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Cumbre de las Américas o el derrumbe de la Doctrina Monroe

La última Cumbre de las Américas en Los Ángeles no dejó dudas. Aquel tiempo en el que Washington -vía garrote o zanahoria- sometía sin dificultad a todo el continente ha terminado.

Bastó con que la Casa Blanca decidiera –unilateral y arbitrariamente- no invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua para que emergiera una verdad irrefutable: Estados Unidos no sólo ha perdido peso en el escenario global sino que tampoco ya puede imponer sus gustos y pareceres a los sometidos vecinos de la región.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue quien tomó la voz cantante: “No voy a la cumbre porque no fueron invitados todos los países de América. Es una falta de respeto a sus pueblos. No podemos seguir manteniendo la política de hace dos siglos”. ¿El presidente mexicano se refería a la Doctrina Monroe que, justamente, cumple dos siglos el año próximo?

Sin la menor duda. Esto quedó clarísimo en el jugoso artículo “América para todos o la Doctrina López Obrador”, firmado por el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, y publicado en el diario Excélsior. Ahí, Ebrard discute con los poderes fácticos mexicanos que acusan a AMLO de izquierdista o de “defender a las dictaduras latinoamericanas”.

México está mirando mucho más allá de esta coyuntura. La Doctrina López Obrador apunta a una nueva arquitectura panamericana asentada en cuatro principios: inclusión, multilateralismo, respeto al derecho internacional y a la no injerencia en los asuntos internos de otros países. Propone incluso la “sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto, en asuntos de derechos humanos y de democracia”.

En este “siglo del Pacífico” (según las palabras del canciller), el objetivo debe ser un nuevo orden interamericano “que se convierta en una comunidad de naciones soberanas, cada vez más y mejor integradas (…) algo que redundará también en beneficio de Estados Unidos ante el declive de su peso relativo en la economía y la geopolítica mundial”.

Para demostrar lo absurdo y agraviante que fue la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua de la cumbre, Ebrard presentó tres pruebas desde la perspectiva mexicana. Primero subrayó que “la inclusión universal está en la tradición diplomática y en las necesidades estratégicas de México”. En 200 años el país ha sufrido tanto robos de territorio e invasiones por parte de potencias como EEUU, Reino Unido, Francia y España, que “para compensar el desbalance, es del interés estratégico de México postular la prevalencia del multilateralismo, el no intervencionismo y el derecho internacional”. (Un breve desvío. Observar que EEUU ha dejado de usar el término “derecho internacional”. A partir de su disputa con Rusia y China, y para excluirlas del “mundo civilizado” ahora usa el concepto de un “orden internacional basado en reglas”).

Segundo, si en Naciones Unidas o en el G20 se aplicara el mismo patrón democrático que se usa con Cuba o Venezuela, muchos países deberían ser excluidos de esos organismos, cosa que no sucede.

Tercero, las sanciones económicas y políticas han demostrado ser ineficaces. “Estados Unidos mantiene contra Cuba el régimen de sanciones económicas más antiguo de cualquier parte del mundo. Tras más de 60 años, el principal objetivo –derrocar el régimen revolucionario- no se ha conseguido. Pero el costo humano del bloqueo es incalculable.” Además de la separación de miles de familias cubanas, la economía de la isla perdió, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), 130 mil millones de dólares a causa de las sanciones estadunidenses: un monto superior a su PIB.

La decisión arbitraria de la Casa Blanca (que no sólo no consultó sobre las invitaciones sino tampoco sobre los temas de agenda a discutir) fue repudiada también por Guatemala, Honduras, Bolivia y varios países miembros del Caricom (Comunidad de Estados del Caribe), que mandaron representantes de menor jerarquía. El mandatario argentino, Alberto Fernández, como actual presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, fue a Los Angeles con el mandato de expresar la protesta en nombre de los países de la CELAC (todos los del continente americano menos a Canadá y a Estados Unidos).

Como sucedió en el 2005 en Mar del Plata, Washington se encontró en la cumbre californiana con una América latina dispuesta a hacerle frente. “Creo que la demostración de esta inconformidad expresa una pérdida de miedo a disentir”, opinó desde Los Angeles el embajador argentino en la OEA, Carlos Raimundi.

“Las críticas implican que esa pretensión de los EEUU de ser el modelo a seguir está dañada profundamente. Una, por sus propios errores y abusos. Dos, por el crecimiento del bloque asiático. Esa “rebeldía” de algunos países está apoyada en un mundo que se está reconfigurando. Hay una gratitud con Rusia y China por lo que ayudaron en un momento clave de la pandemia. Hay una revalorización de la acción de Cuba en políticas públicas de salud y exportación de ayuda médica. Hoy asistimos a la emergencia de varios polos de poder. Y América latina debería ser uno de esos polos. Debemos encontrar caminos de integración para convertir a nuestra región en un actor fuerte a nivel internacional y para no sentir la presión de tener que alinearse con uno u otro de los grandes bloques. Para poder actuar de manera autónoma de acuerdo con los intereses de la región”, consideró.

Por su parte, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, también dio su opinión: “Estados Unidos pretendió hacer una Cumbre de las Américas, pero ni es cumbre y mucho menos de las Américas”, respondió cuando se le preguntó por el doble juego de la Casa Blanca que, por un lado, reduce algunas sanciones a favor de Venezuela y, por otro, la excluye de la cumbre y reflota la imagen de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.

“El propio gobierno de Joe Biden se encargó de meter una puñalada a la posibilidad de éxito de la cumbre en Los Angeles”, continuó Maduro. “Desde aquel año 2005 en Mar del Plata, cuando Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula y Tabaré dijeron “No al ALCA”, las cumbres perdieron sentido: no tienen objetivo, ni propuestas, ni decisiones sobre los temas de salud, educación, trabajo, migración. Se transformaron en cumbres turísticas. En 2018 ni siquiera fue el presidente de Estados Unidos a la cumbre. Pasó con más pena que gloria, así va a suceder también con esta Cumbre de las Américas.”

“América va retomando su camino, a un ritmo más lento de lo que fue la primera ola progresista” de la primera década del siglo XXI, continuó Maduro. “Yo fui testigo de que en aquel momento hubo un liderazgo hermanado. Por eso se pudo fundar Unasur, ratificado por los Congresos de cada país, y pudimos dar el paso gigantesco de pasar del Grupo Río a la CELAC, en 2011. Los ritmos, las formas y los caminos que toma esta segunda ola serán determinados en el tiempo. Somos optimistas y pensamos que todos los caminos serán retomados.”

La Doctrina Monroe tambalea. Estados Unidos ha comenzado el lento, penoso y seguramente violento camino hacia un plano al que no está acostumbrado. Es el plano donde los otros países piden ser tratados como iguales y donde Washington deberá aprender a debatir, escuchar y consensuar.

T/ Telma Luzzani/ El Destape

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Un comentario

  1. Llegó la hora de la extinción dela OEA y el fortalecimiento de la CELAC. Es urgente la reunificación de los pueblos latinoamericanos y caribeños en torno a un objetivo común: La paz y la solidaridad.

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