El Mundo

Las intenciones de Occidente para con El Líbano

Tras las mortíferas explosiones en el puerto de Beirut, los países de Occidente y el Golfo remitieron ayuda a El Líbano para un respiro a las calamidades de la nación de los cedros. En la percepción, se estima una cura de primeros auxilios la suma de 300 millones de dólares aprobada en una reunión internacional que organizó el presidente francés, Emmanuel Macron.

Los cálculos iniciales dan cuenta en unos 15 mil millones de dólares las pérdidas ocasionadas por la tragedia en la terminal portuaria beirutí.

Una solución a largo plazo para la peor crisis económica y financiera de este país en décadas, está condicionada a exigencias de Francia, Estados Unidos y los del Golfo.

En sucesivas visitas a El Líbano, el mandatario francés, el subsecretario de Estado de Estados Unidos, David Hale, y el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Heiko Maas, coincidieron en solicitar al Gobierno la aplicación de reformas internas.

El funcionario estadounidense apuntó que la ayuda de su país llegará si se permite a investigadores norteamericanos en la pesquisa sobre las detonaciones e igual condicionamiento demandaron Macron y Maas.

De tal manera que El Líbano es en estos días el escenario de visiones internacionales que ponen en entredicho su soberanía e independencia. Occidente y el Golfo se aprovechan de las cenizas de la explosión para remarcar la interferencia histórica en el panorama político libanés.

Si hay un culpable de las voladuras de Beirut, es la intervención externa, aunque Occidente y sus aliados regionales cierran los ojos e intentan responsabilizar a otros, precisó el sitio digital Alwaght.

Tal énfasis de injerencia en El Líbano se monta en los intereses del régimen de Israel que busca en el caos y la desestabilización regional para un intento de capear la crisis de legitimidad que enfrenta como ocupante de Palestina desde 1948.

Desestabilizar el mundo musulmán es el perdurable trabajo de los estrategas de Tel Aviv, apunta el portal. El historial de los sionistas israelíes confirma que paz y tranquilidad en la región no les conviene y en cada oportunidad intervienen de un modo u otro.

En cualquier caso, ante el próximo primer ministro de El Líbano existirá el reto de salir airoso donde otros fallaron y que empieza por implementar un sistema contra la corrupción y la mala gobernanza.

La elite política gobernante sigue dividida en cómo sortear tan gigantesca tarea y evitar que salga a la luz el origen de sus fortunas.

Los libaneses todavía están impactados por la catástrofe del puerto de Beirut que dejó un saldo de unos 180 muertos, ocho mil heridos y daños parciales o totales en 300 mil hogares. Las explosiones en la terminal portuaria representaron los últimos empujones para el colapso de una economía que venía en declive, al reventar una burbuja que impedía ver los sórdidos manejos de quienes detentaron el poder en las últimas tres décadas.

Esa cúpula condujo al desempleo de más de 40 por ciento de los libaneses, a que casi la mitad esté por debajo del umbral de pobreza y a una deuda pública de 91 mil millones de dólares, equivalentes a más de 170 por ciento del producto interno bruto.

El próximo Ejecutivo, si se forma pronto que es poco probable por la complejidad de este país, requiere de medidas inmediatas para restaurar la confianza de la comunidad internacional decepcionada de equipos anteriores. Y es evidente que, con las figuras de la actualidad, no habrá cambio ni modificación alguna en el modelo de gobernanza.

En la percepción de los analistas, hay un grupo político que aspira a una intervención extranjera y otro contrario, pero en ninguno de los casos aceptaría que se hicieran efectivas demandas populares sobre cambios en el sistema sectario vigente mediante el cual hay un reparto por igual de cargos e influencia para cristianos o musulmanes.

T/ Prensa Latina/ LRDS

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