Mi politóloga favorita, Prodigio Pérez, observa que muchas de las denuncias que han hecho los dirigentes y voceros del gobierno en torno a delitos, faltas, infracciones, despropósitos y maldades de la oposición a lo largo de un cuarto de siglo, primero, como es lógico, han sido negadas por los líderes, comunicadores e influencers opositores, pero luego, en algún momento, esas denuncias han resultado ratificadas por esas mismas figuras políticas o mediáticas.
Puede afirmarse, entonces, que el gobierno y su partido tuvieron razón porque, después de un tiempo, los mismos opositores han reconocido sus dichos como la pura verdad. ¿Cómo se llamará ese fenómeno?
El nombre está pendiente, pero, por cierto, hay que decir que esto vale para la oposición doméstica y para la global también. Veamos unos ejemplos.
Sobre Trump, la CIA y sus alrededores
En días recientes, se publicó un reportaje en la revista estadounidense Wired, en el que se confirma algo denunciado reiteradamente por las autoridades venezolanas. El trabajo periodístico, apoyándose en testimonios de exfuncionarios del gobierno de Donald Trump y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), señala que Estados Unidos dedicó mucho dinero y grandes esfuerzos —incluso algunos abiertamente delictivos y terroristas, para derrocar a Maduro durante 2019.
Los detalles del asunto son muy reveladores. Dijeron las fuentes que se montó un sistema de espionaje y piratería para interceptar o sabotear barcos tanqueros de petróleo y combustible, en especial los que iban de Venezuela hacia Cuba, con el propósito de hacer daño a ambos países. Luego (de seguro bajo las mismas directrices) hicieron lo mismo con buques iraníes que traían gasolina e insumos para las refinerías.
“Siempre tan apegados al derecho internacional —ironiza Prodigio—, los gringos requirieron para estas operaciones los servicios de mercenarios y paramilitares”.
En paralelo, el “grupo de tarea” (un lindo nombre gerencial) de la CIA para Venezuela, trabajó en acciones sabotaje informático para torpedear los pagos de nóminas y a contratistas del Estado. Asimismo, se plantearon afectar “otros objetivos de infraestructura”, eufemismo detrás del cual, casi seguramente (aunque la revista no lo dice), se oculta el ataque de pulso electromagnético contra la central hidroeléctrica del Guri, que dejó al país a oscuras durante varios días.
Muchos tendrán aún frescos los recuerdos de ese terrible año y de cómo el poder imperial y sus secuaces locales negaron bajo juramento y por un puñado de cruces que estuviesen en esas maquinaciones. Afirmaban que los problemas administrativos, la crisis del suministro de combustibles y los apagones eran culpa del modelo fracasado del socialismo, razón por la cual había que tumbar a Maduro, no sin antes maldecirlo a él y a su progenitora.
En ese tiempo, los voceros chavistas también denunciaron que numerosas organizaciones no gubernamentales, fundaciones y medios de comunicación estaban recibiendo fondos de la CIA o de su fachada “decente”, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) con el fin de desarrollar campañas orientadas al cacareado “cambio de régimen”.
Los aludidos no sólo lo negaron, sino que también pusieron caritas de doncellas ofendidas. Pues bien, el reportaje de Wired ha señalado que la CIA “patrocinaba en secreto capacitaciones de liderazgo y brindó apoyo a grupos cívicos venezolanos”.
Es gracioso leer que los partidarios de la línea dura en la Casa Blanca y dentro de otras agencias de seguridad de Estado de EEUU siempre criticaron esos programas de la CIA, calificándolos de “la estupidez más vergonzosa de la historia”.
Prodigio, con su natural agudeza, dice que a ella le suena que este sector estaba, en realidad, molesto por el barril sin fondo que es la dirigencia opositora venezolana con respecto a los fondos aportados por las agencias y fundaciones estadounidenses. “Aunque eso de la estupidez más vergonzosa de la historia también describe a la perfección al gobierno de Guaidó”, dice.
El reportaje, citando al exasesor de la Casa Blanca para Venezuela, John Bolton, pone en claro otra de esas verdades que dijeron los voceros gubernamentales y rechazaron los opositores: la relacionada con las precarias cualidades del supuesto presidente encargado.
Bolton aseguró en su libro testimonial La habitación donde sucedió, que Trump se convenció rápidamente de que “Guaidó no tiene lo que se necesita”. Es decir, que el entonces presidente (y ahora aspirante a retornar al cargo) confirmó lo dicho meses antes —en argot furrialense, eso sí— por Diosdado Cabello, a quien le bastó una reunión para dictaminar que el autojuramentado “es un coco-seco”.
Trump llama idiota a Bolton
También dice la revista que Trump se hartó de las fracasadas ideas de Bolton para derrocar a Maduro y lo botó en septiembre de 2019.
Trump no ha ahorrado calificativos denigrantes para Bolton. En una entrevista con el periodista estadounidense Tucker Carlson, dijo que su exconsejero era “un verdadero idiota, un imbécil que quería ir a la guerra con Rusia y Corea del Norte y que se ponía rojo y parecía estar a punto de explotar, como una caldera, con su estúpido bigote blanco”.
Mi politóloga bromea diciendo que ni siquiera en Venezuela, donde fuimos todos víctimas de sus arrebatos genocidas, alguien dijo cosas tan ofensivas contra Bolton. “Lo más lejos que llegamos fue apodarlo ‘Doctor Chapatín’ por lo atorrante y por su parecido físico con el personaje de Chespirito. Pero con las palabras de Trump quedó claro que ese personaje, tan admirado por la oposición local, es un guerrerista de los peores —señala Prodigio—. Imagínate cuán demente tienes que estar para que un psicópata como Trump diga que tú eres un loco”.
Verdades endógenas
Pasemos revista ahora a algunos casos en los que son dirigentes de la derecha venezolana quienes se sinceran y reconocen que el gobierno tenía razón en sus denuncias contra otros opositores.
La pugna interna de Primero Justicia ofrece una oportunidad excelente para este ejercicio. Allí vemos como Henrique Capriles Radonski ha confesado que Julio Borges rompió el acuerdo de República Dominicana porque le ofrecieron ser canciller del gobierno interino que empezaba a gestarse.
En esa oportunidad, el jefe de la comisión negociadora por parte del gobierno, Jorge Rodríguez, declaró que Borges se negó a firmar el acuerdo que se había alcanzado porque se lo ordenaron desde Washington. A la luz de lo dicho por Capriles, en los estertores de un divorcio conflictivo, no queda sino afirmar que Rodríguez estaba en lo cierto.
El acuerdo, siempre hay que repetirlo, hubiese dado viabilidad a las elecciones presidenciales de 2018, con participación de toda la oposición. Luego de la negativa de Borges a firmarlo, los comicios terminaron realizándose con una participación de apenas una parte minoritaria de los partidos opositores.
Luego de cumplir ese rol destructivo del diálogo, Borges fue acusado por el gobierno de organizar el magnicidio frustrado de la avenida Bolívar, en agosto de 2018, que pudo costarles la vida no sólo al presidente Maduro, sino también a numerosos funcionarios de los altos mandos civil y militar. Capriles no confirmó frontalmente esa versión, pero sí le recriminó a Borges el haber dejado que el diputado Juan Requesens cargara solo con la culpa por la introducción de los drones utilizados en el atentado, aun cuando lo hizo siguiendo instrucciones de Borges. A propósito de esto, Capriles dijo algo que los voceros gubernamentales se han cansado de remachar durante años: Borges es un cobarde estructural.
“En la reyerta de PJ, Capriles también ha dicho que Borges siempre ha tenido una fábrica de mentiras e injurias mediáticas para atacar a sus enemigos, dándoles así, de nuevo, la razón a Diosdado y a Jorge —subraya Prodigio—. De paso, salpica a un montón de gente de los medios y de la redes que son los obreros y los capataces de esa fábrica”.
Mentiras mediáticas puestas al descubierto
El curioso mecanismo de ratificación de la denuncia gubernamental por parte de los adversarios también opera (aunque raras veces) en el ámbito de los medios de comunicación y las redes sociales.
Uno de los casos más emblemáticos ocurrió luego del episodio que ha pasado a la historia como la “Batalla de los puentes”, el 23 de febrero de 2019. En esa oportunidad, toda la maquinaria mediática le hizo creer al mundo entero que el dictador sanguinario Maduro había ordenado quemar los camiones que portaban la ayuda humanitaria, acopiada en Cúcuta, donde también se había realizado el concierto Venezuela Aid Live.
Los medios públicos, alternativos y comunitarios, con mucha menos proyección internacional, reflejaron lo que en verdad pasó: opositores violentos, desde el lado colombiano, arrojaron bombas molotov hacia la orilla venezolana y algunas de ellas terminaron incendiando los vehículos.
Varios de esos medios no se conformaron con grandes despliegues informativos, fotos y videos de las gandolas ardiendo y otros condimentos “periodísticos”, sino que editorializaron con manifiesta indignación. Uno de ellos fue el diario El País de Madrid, que dio por cierta, ese mismo día, la versión generalizada del aparato mediático global y de sus propios corresponsales, y dijo que Maduro había mostrado su cara más inhumana al impedir que entrara un cargamento destinado a ayudar a los venezolanos que morían de hambre por las calles.
Unas semanas después, un trabajo de investigación del diario estadounidense The New York Times arribó a la misma conclusión que habían denunciado los medios públicos, alternativos y comunitarios: fueron los opositores quienes quemaron los camiones. Como prueba irrefutable presentaron un video en el que se veía a un encapuchado, desde el estribo colombiano del puente, lanzar una molotov, y al vehículo empezando a arder.
Algunos medios tuvieron la mínima decencia de hacer referencia al reportaje del NYT, aunque eso significaba desmentirse a sí mismos. Otros, ni eso. El País lo hizo siete meses más tarde, forzado por la insistencia de un usuario que apeló al Defensor del lector. Sin embargo, sólo aceptó la equivocación informativa, pero nunca ha publicado otro editorial admitiendo que emitieron conceptos sentenciosos basados en premisas falsas.
En una época más inmediata ha surgido otro ejemplo de cómo los antichavistas terminan dándoles la razón a los dirigentes y portavoces del gobierno bolivariano.
El alucinante caso es un fiel reflejo de las miserias de la mediática opositora. Sucede que el editor de lo que queda de El Nacional, Miguel Henrique Otero, desde su exilio dorado y etílico en España, ha acusado al dueño del canal de televisión mayamero EVTV, Carlos Méndez, de desplegar una campaña de noticias falsas injuriosas contra el otrora gran periódico venezolano.
Al contraatacar a Méndez, Otero confirma lo que siempre se ha denunciado desde el gobierno: que EVTV es un parapeto del interinato, al que fueron a parar parte de los fondos de la “ayuda humanitaria” dispensada por EEUU. Según los argumentos que esgrime Otero, por ese albañal se fueron 2 mil millones de dólares, por lo que Méndez está en la mira del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Varias de las noticias falsas denunciadas por Otero, se refieren a su pareja, Antonieta Jurado. EVTV difundió especies según las cuales ella dirige una red de extorsión a empresarios, basada en el uso de El Nacional, en su versión digital. También “informaron” que Jurado había sido detenida por el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) durante uno de sus retornos al país. Ella misma se encargó de desmentir la especie.
La bronca entre capos de la mafia mediática opositora indigna a muchos y también provoca algunas risas, sobre todo porque El Nacional, luego de haber sido una referencia latinoamericana en materia de periodismo, ha degenerado en un pasquín que difunde fake news tanto de fabricación propia como de segunda mano.
De hecho, la empresa que lo regenta perdió sus instalaciones en la zona industrial de Los Cortijos (Caracas) en una querella judicial porque se negó empecinadamente a desmentir contenidos en los que se acusaba de delitos muy graves a Diosdado Cabello, sin disponer de sustento alguno, salvo el reciclaje de otras noticias falsas, publicadas fuera del país.
“En conclusión, el fenómeno de los opositores confirmando las verdades del gobierno aún no tiene nombre, aterriza la gran politóloga Prodigio Pérez. Y, parafraseando a aquella publicidad de una tarjeta de crédito, podríamos decir que ‘ver a Miguel Henrique Otero presentándose como víctima de noticias falsas no tiene precio’”.
T: Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv