
Uno de los tantos peligros que entraña el manejo del poder, y no quiero ser aguafiestas al decirlo en nuestra coyuntura poselectoral victoriosa, es que quien lo posee -sin conciencia ni compromiso- puede ocasionar irreversibles daños a la gente. Ora por su incapacidad técnica ora por su insolvencia ideológica, quien tuerza el rumbo de la profundización transformadora termina traicionando a quienes sinceramente lo elevaron a tal cargo o a tal responsabilidad.
Ser político rectilíneo o ser político reptiliano es más que un juego de palabras. Son, a mi modo de ver, dos maneras de concebir la política, de hacer política, que si bien, como símbolos al fin, hacen de la exageración y el extremismo un ejemplo quizás muy caricaturesco, creo que nos ayudan a tipificar formas antagónicas que debemos apoyar o rechazar, según sea el caso, una vez identificado.
En física se le llama “rectilíneo” al recorrido que describe el movimiento en una línea recta. La constancia, la aceleración, la direccionalidad, la proporcionalidad, le son inherente. Los rectilíneos en la Revolución Bolivariana, analógicamente, se caracterizan por tales variables: el permanente trabajo por las mayorías; la agilización de marcos legales que empoderen al pueblo y combatan eficientemente la guerra económica; una clara orientación política partiendo de los principios básicos de la pedagogía chavista: soberanista, antiimperialista, unionista, participativa, protagónica e inclusiva.
Por su parte, “lo reptiliano” alude a un fenómeno más controversial. Este término, poco aceptado por los neurocientíficos, se puede coligar con el archiconocido cerebro reptiliano, alegoría que nos remite a las básicas y antiquísimas estructuras propias de nuestros instintos primarios. Se integra fundamentalmente por el cerebelo, el troncoencéfalo y los núcleos basales. El cerebro reptiliano -con sus funciones de supervivencia, agresión, territorialidad- además de lo obvio, ser común en reptiles, también se asocia con aves y mamíferos.
Asimismo, la industria cultural nos han vendido la existencia de una raza híbrida de origen extraterrestre llamados “reptilianos”. Los conspiranoicos señalan la presencia de esta especie encubierta y manipuladora que se ha ido haciendo cada día más con el control mundial. Pero me pongo serio, el lector sabe a qué me refiero.
De tal manera, los reptilianos encarnan a los arrastrados, a los disfrazados, a aquellos que una vez que están en la Administración Pública niegan el legado del Comandante Eterno. Humillan a sus seguidores, viéndolos como peones en el miserable pugilato por la obtención de prebendas; son grandes traficantes de influencias, colocando amiguitas y amiguitos incapaces y viciosos en direcciones que terminan destruyendo las instituciones del Estado; reproducen camufladamente el despilfarro y la corrupción; van «jefeando» despóticamente, convirtiendo a sus cercanos en serviles incondicionales; viven desatendiendo las demandas de los necesitados; caminan maltratando a los verdaderos revolucionarios, acusándolos de problemáticos y obstruccionistas.
¡Los reptilianos son pocos pero son! como diría el poeta César Vallejo.
Esta oportunidad hermosa en la que el pueblo venezolano vuelve a darle la confianza a la Revolución Bolivariana, sigue siendo la política rectilínea la mejor manera de corresponderle.
¡Felicitaciones para todos y todas!
T/ Alexander Torres Iriarte