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La dictadura militar brasileña entrenó a los torturadores del régimen de Pinochet

Por sanguinario que fuera el infame torturador –y héroe de Bolsonaro– general Carlos Alberto Brilhante Ustra, la dictadura brasileña no puede competir con los estimados 40.000 chilenos detenidos, la mayoría torturados y más de 3.000 muertos o desaparecidos bajo la junta militar de Augusto Pinochet de 1973 a 1990. Pero, según un nuevo libro publicado este mes, basado en cientos de documentos descalificados en Brasil, Chile y Estados Unidos, la dictadura militar brasileña prestó servicios esenciales para facilitar el golpe de Pinochet en 1973 y ayudarle a instalar un régimen de terror.

Según documentos obtenidos por el periodista Roberto Simon, la Junta Militar brasileña no tenía nada que envidiar a la CIA en su afán por desestabilizar el gobierno de Salvador Allende, fomentar una sublevación contra el presidente democráticamente elegido y entrenar a policías en técnicas de tortura y asesinato.

 

Agentes brasileños estuvieron en los interrogatorios del Estadio Nacional y formaron a la DINA

Los militares brasileños mandaron en 1971 a “diversos agentes secretos a Chile disfrazados de turistas para obtener información sobre las regiones en las que una guerrilla (contra Allende) podía operar”, escribe Simon en su libro O Brasil contra a democracia .

Mientras que los agentes brasileños prestaban apoyo logístico al grupo terrorista Patria y Libertad con el fin de derrocar a Allende, el general Emilio Garrastazu Médici se reunió con Richard Nixon en Washington y le aseguró que Brasil haría todo lo posible para derrocar al gobierno socialista “por las mismas razones por las que Goulart fue derrocado en Brasil”.

Después del golpe del 11 de septiembre de 1973, Brasil mandó un equipo de agentes del servicio de inteligencia a Santiago bajo el mando del Coronel Sebastião Ramos de Castro, del Servicio Nacional de Información (SNI). Estos participaron en los interrogatorios de presos en el Estadio Nacional en Santiago de Chile, donde miles de personas fueron torturadas y ejecutadas. La junta brasileña ayudó también a entrenar a los integrantes de la infame policía secreta chilena, la DINA.

Brasil proporcionó además ayuda económica y créditos a la nueva dictadura de Pinochet por más de 1.000 millones de euros.

A diferencia de Chile, los militares brasileños que participaron en crímenes dentro y fuera de Brasil jamás se han visto forzados a responder por sus acciones y, mientras que disfrutan de una absoluta impunidad, sostienen que el golpe de 1964 fue en defensa de la democracia.

T/ La Vanguardia/ LRDS

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