Por los lados de la república rebelde de Up Valley tiraron cohetes cuando una agencia de noticias muy prestigiosa (según dicen), anunció que ya venían en camino los destructores gringos, prestos a liberar a Venezuela de las garras del narcocomunismo.
[Uno de los aplaudidores aclara —para los ignorantes que no espiquen inglis— que Up Valley es el territorio liberado de Valle Arriba. Y dice que los cohetes sólo fueron fuegos artificiales, cohetones pues, no salga el ministro del Mazo a decir que eran misiles].
El Profesor de Historia habría acotado que eso de “destructores gringos” es una horrible redundancia, pues desde que esa nación existe, tal como Bolívar lo advirtió, cada vez que llegan a otro país es para volverlo leña, en nombre de la libertad.
Y no importa mucho si llegan en esos barcos especializados, que son como tanques de guerra acuáticos o si llegan de paltó y corbata, en avión privado, los gringos siempre vienen a destruir. Incluso, la mayor parte de las veces, ni siquiera vienen: destruyen a control remoto.
Lo de los destructores gringos (perdón, profe, por el pleonasmo) es un negocio redondo. Cobran por destruir, cobran por administrar las ruinas, cobran por reconstruir y hacen una película en la que ellos son bellos y bondadosos superhéroes y los nativos, feos y malucos villanos.
Claro que la gente decente y pensante de Up Valley se impacientó un poco por la tardanza de los buques gringos. “¡Vengan pronto, destructores!”, clamaron después de que se les acabaron lo cohetes.
Clodovaldo Hernández/LRDS
