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Especial /La fe en José Gregorio se convierte en la veneración del pueblo en su Santo

El poder curativo, los milagros e intervenciones de José Gregorio Hernández son la proclama popular que celebra al Santo Médico de los Pobres en Venezuela, Latinoamérica y el mundo

¡Hasta que por fin! La veneración del doctor José Gregorio Hernández, proclama popular, por la fe en su poder curativo, en sus milagros e intervenciones, se convierte en santidad, este domingo 19, al formalizarse la canonización en la Basílica de San Pedro, en Roma, del Médico de los Pobres, adorado con fervor en Venezuela, Latinoamérica y más allá.

Muchos son los milagros que no entran en el registro de la Congregación para las Causas de los Santos, de la Curia Romana, bien sea por falta de recaudos o por el resguardo a la intimidad de los feligreses, a la intervención del “venerable siervo de Dios”.

La Radio del Sur presenta diversos testimonios, de gente sencilla, humilde, discreta, del pueblo llano, quienes han vivido la experiencia de la presencia espiritual del doctor José Gregorio Hernández, desde lo profundo de lo humano, desde la fe y la esperanza, nos muestran la gratitud y el servicio en amor aprendidos del tan querido Santo, oriundo de Isnotú, Trujillo.

La fe en José Gregorio tiene varias generaciones

Orangel Mejía, es un joven de 20 años, que vive en Galipán, allá arriba en el Warairarepano, en El Ávila. Desde hace unos cinco años, todos los días viene a Caracas, de madrugada, cargado de flores: rosas, girasoles, claveles, entre otras, para venderlas en la plaza La Candelaria, donde se encuentra la iglesia homónima, que guarda las reliquias del Santo.

Aunque Orangel tiene más cinco años atendiendo el kiosco de flores, su papá cumplió 26 años allí. “Siempre vendiendo flores. Yo me siento honrado de venir de madrugada para estar aquí, para quienes vienen a poner sus ofrendas en la Iglesia”, señala cuando habla de su experiencia con los feligreses.

El joven, es todo un maestro en el arte de cortar las flores, con delicadeza, suavidad y respeto. Nos cuenta que, en su familia, abuelos, padres, hermanos, toda la familia es devota al doctor José Gregorio Hernández.

“¡Él me curó, lo sé!”

De seguidas, habla de su experiencia, muy personal: “Yo estaba muy mal del estómago, tenía una bacteria, no mejoraba. En casa todos le pedimos por mi salud y mejoría. Mi fe se profundizó porque yo le hablé, así como si estuviera hablando con otra persona. Le pedí que me sanara, estaba muy asustado, porque ningún tratamiento servía”.

Mejía prometió al Santo que le llevaría una rosa blanca a la iglesia, y rezó, con fervor. A los días comenzó a sentir mejoría, se hizo los exámenes y ya no tenía nada. “Nada de nada en el estómago”.

“Él me curó, lo sé”, afirma sin dudar. “¡Si, me sanó!”, indica al organizar los girasoles. Desde esa vez, siempre lleva una rosa blanca al santo milagroso.

El hijo con cáncer que sanó

Las anécdotas comienzan a surgir, y es así como recuerda el caso de una señora que “nunca pude olvidar”. Esta mujer venía de Maracaibo y no tenía para comprar una flor, y Orangel conmovido le preparó una rosita blanca, con eucalipto y velo de novia. Le dijo: “toma, vaya y pida por lo que vino”, ella se puso a llorar.

Llevó el ramito a la capilla donde estaba José Gregorio Hernández en la iglesia, y regresó para contarle que había pedido por su pequeño hijo con cáncer. Con el tiempo regresó con el pequeño, se lo presentó, y le dijo que se había curado. “El Médico de los pobres le concedió su petición”. asegura.

A juicio de Orangel, para el pueblo el hasta ahora beato, es santo desde hace mucho tiempo, no necesitaron el protocolo de la Santa Sede. “¡Toda la vida ha sido el santo de nosotros!”, testifica.

La fe lo es todo

Paula Purica, viajó desde Río Chico, Barlovento, en Miranda, para ir a la iglesia La Candelaria, a ponerle una velita blanca con azul al siervo de Dios, “porque José Gregorio Hernández es un instrumento de Dios”, explica a las puertas del templo que no abrió ese día porque la estaban remozando para la histórica fiesta religiosa del domingo 19.

Asegura que a uno de sus hijos, el menor, los médicos le dijeron que sería un milagro de Dios si podían salvarle el ojo, luego de un aparatoso golpe; al parecer perdería la visión debido a un sangrado severo.

Ella, sin más, salió del hospital y se vino hasta la iglesia La Candelaria, “y me aferré a José Gregorio Hernández”; a mi hijo le llevé una vela y una estampita y le dije: “Pídele tú también, que no vayas a perder tu ojo”. Así ambos pasaron largo rato rezando y pidiendo, hablando con el Doctor JGH.

Su hijo nunca supo si lo soñó, lo imagino o fue real. Lo cierto es que, relata Paula, él dice que llegó un hombre, vestido de negro, con sombrero, le agarró la frente con suavidad, le pidió tranquilidad y, le dijo: “Voy a salvar tu ojo”.

Por la mañana, cuando despertaron, el ojo estaba sano. Los médicos no dijeron nada, aunque estaban impactados. Le dieron el alta el mismo día. Y Paula supo que, “mi médico, el de los pobres, había pasado por ahí”.

Desde ese día, Paula o su hijo se acercan a la Iglesia a poner velas: blancas con base azul, en la capilla del Santo. “Tenemos que tener fe, porque la fe lo es todo. Si tienes fe, el espíritu del doctor te acompaña”.

Purica, con orgullo, revela que cuando llevaron la reliquia de José Gregorio Hernández para Río Chico, el padre del sector permitió que la llevaran a su casa. “Mi casa se lleno de mucha gente, ahí sobraron los jugos, los pancitos”, indica con humildad porque todavía no se explica cómo fue que todo rindió y sobró.

Somos instrumentos de Dios

Si alguna lección aprendió, desde su experiencia, María Rodríguez, es que el Santo José Gregorio le enseñó a alimentar la fe, valorar los momentos de felicidad y saberse instrumento de Dios.

Con su mirada profunda, su voz calma, la mujer de 57 años, con más de 18 años vendiendo velas a las puertas de la iglesia La Candelaria, nos habla de la divinidad de José Gregorio.

Su experiencia, como devota, la resume con palabras sencillas: “es indescriptible, intima, no lo sabes explicar con palabras, lo sientes, y agradeces a Dios poder vivir tan cerca a José Gregorio, porque sabes que está al ladito de Dios, él es como su ayudante de guerra”.

Destaca que desde siempre JGH ha estado y tenido presencia en su hogar. Su hija con una enfermedad degenerativa, desde hace más de 10 años en silla de ruedas, es su mayor testimonio de fortaleza y fe. “Él me llena de esperanza, me da paz y tranquilidad para continuar”.

Cuando los feligreses van y le cuentan sus historias, sus milagros o anécdotas, ella siente que su fe crece. “José Gregorio nos va formando para escuchar a las personas, darles esperanzas, crearles más fe, me siento honrada por eso”, precisa.

Niños con cáncer, madres viviendo tragedias con sus hijos, padres desesperados por enfermedades de un familiar, “aquí se aprende a dar fe y esperanza a los feligreses. Sentarse hablar con ellos, escucharlos, y al final dejarlos que se vayan con una sonrisa, llenos de esperanza”.

“¡José Gregorio bendito, ayúdame!”, es la frase que más se repite en la capilla, la gente le implora, le hace peticiones, le habla, algunos incluso no solo hacen peticiones por la salud, sino por ver la luz al final de un túnel, se refugian en ese amor fraternal, en esa luz celestial, en esa energía poderosa, que hace saber que, ¡Todo va a estar bien!, ese es San José Gregorio Hernández.

Programación actos religiosos en Caracas por canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles

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