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El fruto de la nostalgia

#Opinión a propósito del Año Nuevo por Alexander Torres Iriarte

En casa, con cierto recogimiento religioso, cercábamos el bullicioso receptor. La familia aturdida por los estruendosos juegos artificiales, hacíamos una pausa en nuestros humildes manjares, -entre el libar del ron los más adultos y la tomadera de refrescos los más chamos- para escuchar, en Radio Rumbos, la voz gutural y penetrante de Andrés Eloy Blanco recitando Las uvas del tiempo:

“Madre: esta noche se nos muere un año/ En esta ciudad grande, todos están de fiesta;/zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, ¡cómo gritan! ;/ claro, como todos tienen su madre cerca…/ ¡Yo estoy tan solo, madre, /tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;/estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año pasado que se queda”; así comenzaba el Poeta del pueblo quien, con inflexión acongojada, muchas veces nos invitaba al llanto colectivo. Luego, para cerrar el cuadro trágico, sonaba el Himno Nacional prendiendo en nuestro ánimo la esperanza de que, en lo adelante, las cosas serían mejores.

Las uvas del tiempo la escribiría el trovador en la península ibérica, quien siendo acreedor de un premio literario se le imposibilitaría retornar a casa antes de diciembre de 1923, como lo había estipulado: “¡El Renombre, la Gloria…, ¡Pobre cosa pequeña! / ¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria, / cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!”, confesaba con gran tristeza el bardo oriental.

El poema es un mensaje a su progenitora ausente, a la vez de lo que hoy llamamos una comparación cultural, de la manera cómo festejaban la navidad en su lar nativo y cómo en la España de su hora. El balance era favorable a la forma criolla de juntarnos para despedir a un instante que no volvería más: “aquí no se abrazan ni gritan: ¡Feliz Año!,/ como en los pueblos de mi tierra;/ en este gozo hay menos caridad; la alegría de cada cual va sola, /y la tristeza del que está al margen del tumulto acusa lo inevitable de la casa ajena”.

La inspiración del vate cumanés por la proximidad del año nuevo estando en Madrid, daría paso a una obra de vigencia imperecedera. Tiene constantemente un tono elegiaco e introspectivo, creación de un escritor encaminado a una voz propia. Recordemos que, en ese momento, en Venezuela, las tinieblas gomeras estaban en su apogeo, y que ese muchacho laureado ya había atestiguado el rigor del tirano de La Mulera.

El poema es sobre las frutas de la separación y otra vez, sobre el alejamiento del ser nutricio: “Madre, esta noche se nos muere un año;/ todos estos señores tienen su madre cerca, / y al lado mío mi tristeza muda tiene el dolor de una muchacha muerta…/ Y vino toda la acidez del mundo/ a destilar sus doce gotas trémulas, / cuando cayeron sobre mi silencio/ las doce uvas de la Noche Vieja.”

Así, Las uvas del tiempo es una pieza universal, muy valiosa en el imaginario navideño de una generación de venezolanos, siendo, lamentablemente, un poema hoy casi olvidado; es una elegía digna de ser oída ahora -superando las mezquindades infaltables- por los más jóvenes, para valorar orgullosamente lo que somos y lo que tenemos.

Que extraña sensación: cualquiera puede creer que hablo de una práctica colonial, de algo que pasó hace siglos, y no, fue simplemente ayer. Las uvas del tiempo es parte de nuestra extraviada venezolanidad. Y me disculpan el tono personal y melancólico de estas líneas. ¡Feliz año nuevo!

Presidente Maduro desea al pueblo venezolano una Navidad 2024 colmada de bendiciones y paz

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