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La libertad ha empezado

Historiador Alexander Torres destaca la significación histórica de la Batalla de Junín escenificada el 6 de agosto de 1824

La significación histórica de este acontecimiento armado escenificado el 6 de agosto de 1824, en la pampa de Junín, en el centro del Perú, hoy en pleno bicentenario, no se puede descontextualizar de la dinámica internacional del momento.

Tengamos presente que en la península ibérica un año antes se había perpetrado el retorno del absolutismo encarnado por Fernando VII, regreso que echó por tierra todo el avance liberal, entre ellos, la promulgación de la Constitución de Cádiz. Esta situación ocasionó una fractura importante en las fuerzas realistas del virreinato peruano. Así, el Alto Perú se alzaba contra el general absolutista Pedro Olañeta, enemigo del Virrey La Serna, más proclive al liberalismo. El enfrentamiento entre ambos fracciones terminó mermando aproximadamente cinco mil hombres al bando realista, consecuencia que fue favorable a los independentistas.

La historiografía militar refiere, a veces con visiones encontradas, que el Ejercito Real del Perú, liderado por el general español José de Canterac, se valía de 6.500 soldados de infantería,  acompañados de 1.300 jinetes y nueve cañones; mientras que el Ejército Libertador se apoyaba en unos 8.000 soldados de infantería, 1.000 de caballería, seis piezas de artillería, y a la cabeza Simón Bolívar.

Páginas exultantes pintan cómo las caballerías colombiana y peruana, en conjunción con regimientos y escuadrones de granaderos y de húsares, hicieron marcar la retirada a los realistas, no sin serios reveses iniciales difíciles para la fracción revolucionaria.

Es oportuno acotar que, pese a las pocas condiciones geográficas, el don de mando del Libertador, quien contaba con experimentados comandantes -Mariano Necochea, Lucas Carvajal, Guillermo Miller, Otto Philipp Braun, Alejo Bruix, José Laurencio Silva, Antonio Placencia, Jacinto Lara, Andrés Rázuri, entre otros- hizo que la victoria sonriera a la opción patriótica.

La mesnada realista era vencida sufriendo su caballería una aparatosa retirada. El menoscabo de armas, pertrechos y municiones, así como la resta de miles de efectivos del ejército español por problemas de salubridad y la natural deserción, facilitaron el camino de la emancipación.

A la semana del suceso El hombre de las dificultades, desde el Cuartel General del Ejército Unido de Huancayo, era claro en su proclama: “¡Peruanos! La campaña que debe completar la libertad ha empezado bajo los auspicios más favorables. El ejército del general Canterac ha recibido en Junín un golpe mortal, habiendo perdido, por consecuencia de este suceso, un tercio de sus fuerzas y toda su moral. Los españoles huyen despavoridos abandonando las más fértiles provincias,

mientras el general Olañeta ocupa el Alto Perú con un ejército verdaderamente patriota y protector de la libertad. ¡Peruanos! Bien pronto visitaremos la cuna del Imperio peruano y el templo del Sol…”.

La batalla de Junín tuvo una duración  de 45 minutos y abrió las puertas a la liberación de todo el continente, hecho que ocurriría en El  rincón de los muertos, en Ayacucho, el 9 de diciembre de ese mismo año.

Aludir la batalla de Junín, actualmente, es decir en plena crisis imperial norteña, dos centurias después, que no seremos más nunca colonia de nadie. Es gritar como nuestros libertadores y libertadoras: ¡Independencia o nada!

Alexander Torres Irriarte/LRDS

 La victoria en Junín fue resultado del espíritu integrador y estratégico de El Libertador

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