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A 242 años del natalicio del hombre grande de América «ser bolivariano es ser antiimperialista»

El pequeño Simón, relata la historiadora María de Jesús Daza, fue bautizado en su casa natal por su tío, el padre Jerez, con los nombres Simón José Antonio de la Santísima Trinidad

Los venezolanos conmemoramos con júbilo este 24 de julio, 242 años del natalicio de Simón Bolívar, el “Libertador de América”, militar y político que combatió por 20 años a la corona española para lograr la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.

Desde La Radio del Sur conversamos con los historiadores  María de Jesús Daza, Aldemaro Barrios  y Alexander Torres para conocer diversos aspectos de la historia de nuestro Padre Libertador, del hombre de las dificultades.

María de Jesús Daza nos relata que la infancia y adolescencia de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, “nuestro Simón Bolívar, que nació el 24 de julio de 1783 en la provincia de Caracas no fue fácil, pero su sino de nacimiento estaría ligado al mundo de lo femenino”.

Daza precisa que Simón era hijo menor de Doña María de la Concepción Palacios y Blanco, mujer de 24 años de edad quien no gozaba de buena salud, pero sí de muy buena posición social.

«El niño dado a luz tuvo que venir al mundo, tal como se estilaba por costumbre de la época, en manos de una partera, ya que las mujeres de la clase de Doña María de la Concepción Palacios no debían ser vistas por otro hombre que no fuese su consorte”.

Señala que la madre del recién nacido, Doña María de la Concepción Palacios y Blanco, nacida en Caracas en el año de 1758, en pocos años fallecería, corría el año de 1792.

Fue descrita como una agraciada mujer educada y muy sociable. La familia directa del infante, que más tarde sería Libertador del mediodía de América, constaba de tres hermanos mayores que él; María Antonia, Juana y Juan Vicente.

Simón José Antonio, antes de cumplir tres años, perdió a su padre, fallecido en enero de 1786.

La educación de los primeros años de los menores Bolívar y Palacios corrió a cargo de la madre, mujer de fina sensibilidad, pero también capaz de administrar los cuantiosos bienes que poseía la familia.

El pequeño Simón fue bautizado en su casa natal por su tío, el padre Jerez, con los nombres Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, siendo su primera nodriza de leche, doña Inés Mancebo, esposa de Fernando de Villares, más tarde, gobernador de Maracaibo y gobernador general de Venezuela. Una dama cubana, vecina e íntima amiga de doña Concepción.

Detalla la historiadora que, no obstante, su ama de cría fue la esclavizada Hipólita Bolívar, de la hacienda de la familia en San Mateo. La mandaron a traer para que amamantara al pequeño Simoncito. Era una joven negra perteneciente a la familia Bolívar, que en esos días también había sido madre.

Añade que años después, Bolívar, en carta a su hermana María Antonia, dice lo siguiente, en 1825:

«Te mando una carta de mi madre Hipólita para que le des todo lo que ella quiere, para que hagas por ella como si fuera tu madre. Su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella».

El pequeño Simón, además de contar con los cuidados de Hipólita, también estaba al cuido de la negra Matea Bolívar, aya de El Libertador, apenas 10 años mayor que él, para atenderle y compartir sus juegos.

Vivió largos años en San Mateo y entró del brazo del presidente, Antonio Guzmán Blanco, cuando los restos de Libertador fueron trasladados al Panteón Nacional de Caracas en 1876.

También, entre estas nobles caraqueñas que cuidaron al niño nacido ese 24 de julio de 1783, podemos mencionar a María Josefa Palacios, una de las tres hermanas menores de María de la Concepción, madre de Libertador.

Cuando Josefa tenía 9 años, nació su sobrino Simón y desde entonces lo cuidaría con especial cariño y atención devota, y aún mucho más, cuando su hermana mayor, a los 33 años, muere de tuberculosis y Simoncito queda bajo su custodia.

María Josefa entrará en la historia como la esposa del impertérrito general en jefe, José Félix Rivas, compañero de Bolívar, culmina Daza.

La justicia es la reina de las virtudes republicanas

“Bolívar, como dijo el padre cantor, no es ni un pensamiento muerto, ni mucho menos un santo para prenderle una vela”, así con una estrofa de la Canción Bolivariana de Alí Primera comienza el historiador Alexander Torres Iriarte su conversación  con  La Radio del Sur acerca del Padre de la Patria, Simón Bolívar a propósito de los 242 años de su natalicio en Caracas.

Diserta el historiador venezolano, ex presidente del Centro Nacional de Historia sobre el pensamiento y la acción del más grande hombre nuestro americano en torno a su concepto de la justicia, la que debía ser para todos por igual y además una práctica diaria.

“Cuando hablamos de Simón Bolívar hablamos de un hombre situado en su época, que pese al tiempo transcurrido, tiene mucho que decirnos todavía hoy”, cita a José Martí quien afirma que Simón Bolívar tuvo una concepción sociopolítica revolucionaria, que partía del principio de que la justicia es la reina de las virtudes republicanas.

Torres Iriarte sostiene que la doctrina de Simón Bolívar se apoya siempre en la premisa de que la edificación de un nuevo sujeto social, un sujeto alejado de la explotación monárquica, se cimentaba, en una comunidad donde la justicia fuera un ejercicio cotidiano.

Enfatiza que Bolívar en su dimensión teórica como en la práctica, bien sea en su rol  como gobernante o como militar, siempre fue respetuoso de los valores de la equidad y la inclusión, como garantía de transformación social, después de tres siglos de dominación colonial.

Señala que tanto en la pluma como en el proceder público de El Libertador, cuelgan muchos ejemplos de medidas justas a favor del ambiente, de los esclavizados, de los soldados, de los indígenas, de las mujeres, de los campesinos, de la educación popular, etc., siempre a tono con su visión ética, como eje transversal de un ideario siempre emancipador.

En esta línea que define las virtudes de El Libertador, el Historiador argumenta que un Estado consustanciado con la idea de justicia bolivariana es por lo tanto garante de la vida, de la educación, de posibilidades de trabajo, de vivienda, de vestido, de salud y, sobre todo, el respeto general de todos los derechos ciudadanos.

Lo que igualmente incluye la protección contra la especulación, y la explotación perversa de los pudientes sobre las mayorías necesitadas, y “digámoslo así, que esas son máximas de gran significación contemporánea, ahora que hablamos de 242 años de su natalicio, acota.

Añade el cronista que un gobierno inspirado en la doctrina de Simón Bolívar, del hombre de las dificultades, -como él se autodefinía- debe generar relaciones sociales y económicas de justicia, equidad, inclusión social, bases de la participación democrática y auténticamente revolucionarias.

“Ser consecuente con este principio bolivariano, hablo de la justicia, va más allá de un decálogo de buenas intenciones, es crear prácticas diarias, justas, independientemente de la procedencia social, política, económica, cultural o sexual del venezolano”, subraya.

Torres aclara que Simón Bolívar, pese a venir de una cuna de oro, su biografía es una cita contra la injusticia propia de una sociedad tan cerrada como lo fue la sociedad colonial en su época.

Al respecto precisa que El Libertador, el futuro Libertador, a pesar de gozar de las mieles de su fortuna, calificada como una de las más abultadas, de la entonces Capitanía General de Venezuela, apostó por la emancipación de toda forma de dominación de los sectores sociales y étnicos más oprimidos de su hora.

Hace hincapié en la concepción sociopolítica de El Libertador cimentada en su consideración de la igualdad, hermana de la justicia y la seguridad social, un trinomio que siempre defendió como primer revolucionario de su hora.

“Para Simón Bolívar entonces, la igualdad debía ser garantía inalienable de todos los seres humanos”, añade Torres Iriarte.

Igualmente , añade que el hombre de las dificultades aborrecía la discriminación de razas, creencias, sexo o procedencia social, como pretexto de explotación del prójimo. Así en distintos momentos de su existencia, y además lo demostró sinceramente en su pensamiento, lo calificó de “ lacras que había que erradicar”.

Explica el historiador que la el concepto de república que impulsaba Bolívar y que contradecía sus propios intereses de clase –era un blanco criollo, dueño de grandes extensiones de tierra, trabajada por la mano esclavizada negra, grandes extensiones de tierra donde se cultivaba el cacao- no era un modelo político para las élites ilustradas o para los propietarios, sino un sistema de gran contenido revolucionario, como opción de liberación física y espiritual del pueblo.

Hablar de los 242 años de Bolívar es aludir a un luchador incansable por la felicidad de los seres humanos

Más allá de los altibajos de la guerra de emancipación, El Libertador fue fiel a sus convicciones igualitaristas, igualitarias, hija de las experiencias personales y del pensamiento ilustrado de su época.

Un gobierno entonces que se autodenomine bolivariano es claro impulsor de la igualdad social de los venezolanos, lo que explica que cualquier resabio de inspiración excluyente que niegue las reivindicaciones populares debe ser combatido en un marco de legalidad por la participación consciente y eficiente de las mayorías.

«Ahora que celebramos los 242 años de su natalicio, es bueno reiterar que desde muy temprano comprendió Simón Bolívar que tener una efectiva política internacional era garantía de independencia nuestroamericana».

Destaca Torres que El Libertador entendió desde sus acciones militares, sobre todo posteriores a 1817, la ambigua diplomacia estadounidense.

«Bolívar vio claro que los vecinos del norte, mantenían una política orientada a impedir la emancipación de estos territorios lo que se evidenciaba en los reparos para darle el visto bueno al gobierno de Colombia, sobre todo después de 1819, y el impedimento de arribos de tropas y pertrecho favorable a la causa emancipadora».

Esto señala el historiador, entre otras medidas obstruccionistas, sustentaban las sospechas de Bolívar sobre que los Estados Unidos no estaban de acuerdo con la independencia nuestroamericana.

Seguidamente, afirma: recordemos que Bolívar advertía a Francisco de Paula Santander -proclive a invitar a los estadounidenses al Congreso Anfictiónico de Panamá- que viera con mucho cuidado y con mucha ojeriza la intervención norteamericana.

Enfatiza que las ideas y acciones de El Libertador, tendientes a la unidad continental, aparejada con el objetivo de liberar posteriormente a Cuba y Puerto Rico, -el año que viene conmemoramos el Bicentenario del Congreso Anfictiónico de Panamá-, en cuyo encuentro uno de sus objetivos era la liberación, tanto de Cuba como de Puerto Rico, pero este intento, este planteamiento, chocó contra los intereses de los gobernantes norteamericanos, y también, de las oligarquías domésticas.

Todo presagiaba entonces el propósito oculto de los hijos de Washington, heredar el dominio imperial de las colonias liberadas de España bajo el nuevo ropaje monroísta.

Por eso, ese es el contexto de la famosa carta, poco divulgada, fechada el 5 de agosto de 1829, que envía El Libertador desde Guayaquil al coronel Patricio Camber, donde se sintetiza el carácter no intervencionista de Simón Bolívar.

Pregunta Bolívar, entre comillas, ¿y qué no harían los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias en nombre de la libertad? Y cerraba así su premonición.

Apunta Torres Iriarte que a 242 años del natalicio del hombre grande de América, ser bolivariano es ser antiimperialista.

«Es mantener una postura firme contra cualquier injerencia extranjera, es estar en contra de la intromisión estadounidense o de que quiera interponerse en la autodeterminación de nuestros pueblos, es asumir una postura anticolonialista, antiinjerencista, antiexpansionista, bajo aquella máxima de que América es patria nuestra y no como el apotema monroísta de América para los americanos.

Remarca que hoy más que nunca, en estos días que corren, cuando conmemoramos los 242 años del natalicio de El Libertador Simón Bolívar, recordamos también, como con Chávez, «aquella máxima de que unidad, y sobre todo independencia, o nada».

Bolívar dejó la trascendencia de lo por hacer:  la soberanía, la independencia

«A propósito del 24 de julio de 1783, fecha del nacimiento de Simón Bolívar, no hay menos de recordar que ese primer grito que pegó ese niño, nadie se imaginó que él iba a ser el genio que iba a transformar a toda una gigantesca región y a convertir un sueño, de la Patria Grande, en el sentido trascendental de los tiempos», indica el historiador Aldemaro Barrios.

Barrios recuerda a Rufino Blanco Fombona en Oseades de Bolívar, libro que refiere la carta que envía el Libertador, entonces desde Cusco, el 10 de julio de 1825, al tío Esteban, que además era su padrino, y señala en esta carta, como preguntándose de quién era un ferviente servidor del rey, el tío Esteban.

«Ayer supe que vivía usted y que vivía en nuestra patria. ¿Cuántos recuerdos se han aglomerado en un instante sobre mi mente? Mi madre, mi buena madre, tan parecida a usted, resucitó de la tumba, se ofreció a mí en imagen. Mi más tierna niñez, la confirmación y mi padrino se reunieron en un punto para decirme que usted era un segundo padre».

Agrega que Bolívar hace la afirmación sin ningún reconcomio de lo que había o pensaba el tío y padrino Esteban, que se fue a España y dejó atrás toda memoria para asirse como servidor de la entonces María Luisa de la Parma.

Un servidor del rey, cortesano por naturaleza. Pero Bolívar, que no traicionó sus principios, ni siquiera con el ofrecimiento de algunos de coronarse como rey, como monarca, siempre fue fiel a esos principios, que desde muy pequeño, él, o de muy joven, empezó a madurar con el tema de la independencia, como lo hizo con su ilustre maestro Simón Rodríguez.

Y así entonces uno ve el tránsito de este hombre que de niño comenzó con sus travesuras y después con la gigantesca aventura de liberar, junto a pueblos enteros, millones de hombres, acompañándolo en esta ruta que él nunca traicionó.

Distinto a Napoleón, que fue un rey que vino con ofrecimientos y que terminó, bueno, en lo que terminó.

«Bolívar no. Bolívar dejó la trascendencia de lo por hacer, la soberanía, la independencia, la dignidad de un pueblo que él siempre defendió. Eso fue Bolívar y hoy lo conmemoramos».

A 242 años del nacimiento de El Libertador Simón Bolívar, sentimos presente su fuerza espiritual, sus hijos e hijas seguimos empuñando su bandera y su espada para defender la democracia verdadera, popular, socialista y antiimperialista, con su coraje, voluntad y determinación.

T: LRDS

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