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Militares colombianos en retiro refuerzan la «industria global de mercenarios»

La exportación de militares retirados en Colombia es hoy un negocio próspero, facilitado por un prolongado conflicto armado respaldado por Estados Unidos, pocas oportunidades laborales y una demanda extranjera que va en aumento, reportó el diario New York Times.

Miles de ellos han buscado emplearse en el mundo y, en la última década, soldados colombianos retirados se han convertido en participantes cruciales de una industria de mercenarios global que crece con poca regulación y en donde empresas y gobiernos los contratan para llevar a cabo sus pedidos.

La mayoría son soldados rasos que a menudo provienen del campo y las clases obreras, quedan con pensiones reducidas, escasa educación y con experiencia limitada para navegar por el mundo civil, destaca el diario estadunidense. Unos 10 mil efectivos se retiran de ese conflicto civil que ha durado 73 años y dio origen al segundo ejército más grande de América Latina, según el Ministerio de Defensa de Colombia.

“Al retirarse, generalmente cerca de los 40 años y tras dos décadas de servicio, muchos han dicho que tienen pocas herramientas para triunfar en la vida civil”.

Los largos años de conflicto armado en Colombia han proporcionado un prolífico campo de entrenamiento para los militares. Empresas de seguridad privadas en el mundo contratan a soldados entrenados en Estados Unidos por su experiencia contra guerrillas y cárteles.

Quienes consiguen una oportunidad en el extranjero, en su mayoría hablan inglés y poseen entrenamiento en armas sofisticadas, inteligencia y operaciones internacionales. Los militares sobrecalificados son tentados a ejercer su oficio como contratistas privados, sobre todo en las zonas de conflicto en Medio Oriente, desde Yemen hasta Irak, donde pueden llegar a cobrar hasta 5 mil dólares al mes.

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La detención de 18 veteranos colombianos en Puerto Príncipe por su supuesta participación en el magnicidio del presidente haitiano, Jovenel Moïse, perpetrado el pasado 7 de julio, desató un debate sobre el trato que el gobierno de Colombia da a sus soldados.

Magnicidio de factura colombiana

Alrededor de una veintena de comandos retirados colombianos viajaron a Haití este año, después de que un colega les prometió trabajos de seguridad con un salario de 2 mil 700 dólares mensuales, cifra casi siete veces mayor que sus pensiones, que ascienden a 400 dólares y sirve apenas para subsistir en ciudades como Bogotá, según el New York Times. Los efectivos participaron en el asesinato del presidente de haití, Jovenel Moïse.

A pesar del acuerdo de paz de 2016 firmado entre el gobierno y la disuelta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el conflicto no da señales de terminar en el país. “Hoy el ejército entrena y despliega a una nueva generación de soldados que lucharán contra viejas y nuevas facciones”, apuntó el diario.

De no mejorar las oportunidades en Colombia, advierten algunos veteranos, esos hombres podrían ser captados por una industria global de mercenarios cada vez más voraz que tiene el potencial de desencadenar más operativos de desestabilización en todo el mundo.

El componente insignia educativo del programa de reintegración del ejército creado por el gobierno consiste en un año de capacitación técnica en industrias como la gastronomía y la construcción, pero después de perder esas prestaciones militares, muchos soldados deben endeudarse para pagar la vivienda familiar.

Una ley de veteranos de 2019, que el presidente Iván Duque apoyó, debía atender algunos de esos asuntos y creó un fondo que otorga créditos a los soldados que buscan educación superior, entre otros beneficios. Pero, numerosos soldados en retiro declararon al Times que necesitan más apoyo, y pronto, ya que algunos soldados salen del ejército sin saber leer ni escribir y otros carecen de habilidades básicas de computación, por lo que convertirse en “fusiles a sueldo” constituye su única opción.

T/ La Jornada/ LRDS

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