
“Barbam propinqui radere, heus, cum videris, prabe lavandos barbula prudens pilos”; que traducido a buen español es algo así como “Cuando veas afeitar la barba de tu vecino, ten la prudencia de poner la tuya a lavar”. Generalmente se afirma: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”. Esto en cuanto rapar el vello facial masculino era sinónimo de deshonor. También hay variaciones de este proverbio, posiblemente medieval, con palabras como “bardas” o “casa” en lugar de barba, aunque a la larga termina siendo lo mismo.
Horacio, en la Antigüedad, lo había expresado parecido: “Tune tua res agitur paries cum proximus ardet”. Es un llamado a estar prevenidos y a ser empáticos: lo que le pasa a mi prójimo me puede suceder también a mí. Y nos disculpan el latinazo. No quieren ser estas líneas un divertimento lingüístico, sino un llamado de atención -con cierto “fresquito”, pero sin alegrarnos, y nos perdonan la franqueza-, para decir que lo que el inquilino de la Casa Blanca quiere y está haciendo contra el mundo no es ni la milésima parte de lo que él y sus arcontes vienen haciendo hace años contra el pueblo de Simón Bolívar.
Porque si bien Donald Trump tiene corriendo a tirios y troyanos pocos se percatan que más de mil medidas coercitivas unilaterales en una década han ocasionado lo indecible en el país sudamericano, so pretexto de acabar con una “dictadura” cuando el verdadero tirano es el yanqui que sin vergüenza alguna, -a confesión de partes-, quiere hacerse con los recursos de naciones soberanas e inclusive de sus rastreros incondicionales.
Ver el mandatario de Washington con la tabla de aranceles en la mano -con rostro adusto haciendo puchero y desenfundado su dedo punitivo- nos hace recordar al Moisés representado por Charlton Heston en la película Los diez mandamientos (1956), último filme dirigido por Cecil B. DeMille. Un Trump quien, cual enviado del cielo, decide a su real voluntad sobre el destino común, profiriendo insultos y dejando caer su mano castigadora en nombre de Dios.
¿Cómo interpretar el accionar de Trump quien “el día de la liberación” arremetió contra casi dos centenas de países? Asiáticos, europeos, latinoamericanos y hasta su hermano del alma, Israel, no quedarían ilesos de su manía tarifaria. Asimismo, un conglomerado de islas de la Antártida ocupadas por pingüinos son blanco de la guerra comercial del “amo del mundo”. Gran señor que asesina “el comercio libre y global”, en virtud de que EEUU para fuera es muy liberal, pero hacia adentro es bastante conservador.
De tal modo que el trueno septentrional, con muchos ruidos y pocas nueces, es -junto con Barack Obama y Joe Biden- responsable de la migración venezolana que hoy sataniza. Es el padre de la verdadera “crisis humanitaria” de los que atravesaron el Darién víctimas de la guerra cognitiva. Carnes de cañón, lamentablemente, de quienes colapsaron el PIB venezolano en dos lustros; de quienes revirtieron los grandes logros de la Revolución Bolivariana para acabar con ella; de quienes nos han robado miles de millones de dólares y han provocado la salida desaforada de paisanos que fueron a caer en las redes maricorianas del horror y del crimen.
Ahora que el vecindario pone sus “chivas” a empapar Venezuela se recupera económicamente y vehiculiza el retorno de connacionales al lugar de donde nunca debieron salir.
T: Alexander Torres Iriarte