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Otro curso

La Caracas de 1810, con un poco más de 40.000 almas, con insurrecciones policlasistas previas contra la monarquía española, anunciaba el principio del fin. Un hecho vino a acelerar los acontecimientos: la ocupación de Napoleón de la Península Ibérica en 1808.

La pregunta de rigor era si el Fernando VII, rey de España, estaba en prisión, en quién descansaba la soberanía. ¿Quiénes eran ahora los custodios del pacto de la gobernabilidad? Las respuestas al unísono eran en el pueblo.

Era la ocasión perfecta de ensayar una vía propia, un rumbo auténticamente independentista. El procedimiento ahora era quitarse al rey en nombre del rey: la clave estaba en ya no ser colonia de España ni de Francia, aunque para ello, estratégicamente, habría que suplicar por la liberación de Fernando VII, un monarca que parecía no salir nunca de un largo cautiverio.

Aquel 19 de abril de 1810 arrancó en Caracas un ciclo histórico.

En este día, el cabildo o ayuntamiento capitalino, con el respaldo de parte del pueblo y de importantes sectores de la milicia, así como conspicuos personajes del clero, la sociedad y de los intelectuales, depuso al gobernador y capitán general Vicente Emparan (tenido como napoleónico) y a los demás altos funcionarios españoles, enviándolos al exilio.

Dicho movimiento revolucionario tuvo una repercusión sin precedentes no sólo en Venezuela sino de todo el continente.

Por eso tarareamos en nuestro himno nacional, otrora canción patriótica de la época: “seguid el ejemplo que Caracas dio”.

El mismo 19 de abril de 1810 fue redactado el acta en el cual se establecía un nuevo gobierno.

Dicha acta era bastante elocuente: la Regencia de Cádiz -instancia en la cual era aceptado un solo representante de las colonias americanas-, regencia que venía a sustituir a la Junta Suprema de España e Indias, era consideraba ilegítima.

En este documento cardinal se ruega por la liberación de Fernando VII, maniobra utilizada para gradualmente desatarnos de un reinado cada día más debilitado y patético.

En el acta también se precisa que el gobernador y capitán general, el intendente de Ejército y Real Hacienda, el subinspector de Artillería y el auditor de Guerra y asesor general, así como la Real Audiencia, quedaban privados del mando que ejercían, a la vez que se suprimieron esas instituciones.

El corolario fue un cabildo de Caracas, con sus dos alcaldes al frente, José de Llamosas y Martín Tovar y Ponte, asumiendo ahora el poder y añadiendo en su seno a los representantes del clero, del pueblo y de los pardos, mientras que el mando militar quedaba en manos del teniente coronel Nicolás de Castro y el capitán Juan Pablo Ayala, respectivamente.

El acta del 19 de abril fue rubricada por todos los asistentes al cabildo extraordinario de ese día, incluyendo a los funcionarios españoles destituidos.

Los funcionarios degradados fueron exiliados. Así, el cabildo de Caracas se convertía en la Junta Suprema de Caracas, en un gobierno en manos de venezolanos después de trescientos años.

Pese a que en la fecha del 19 de abril de 1810 se muestra como un gesto de fidelidad a Fernando VII, por debajo de cuerdas estaba el imperativo de libertad, lo que manifiesta parcialmente cómo en menos de 15 meses ya rompiéramos con el imperio español.

Este movimiento demostró la capacidad de los venezolanos de conducir su propio proceso político, como ahora exigimos a los imperialistas y lacayos que nos dejen conducir en democracia nuestro propio proceso político.

T/Últimas Noticias/LRDS

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