Cuando El Matarife puso a volar los carteles de la cocaína
Las relaciones de las élites políticas colombianas con el narcotráfico datan de mediados de la década de 1970
En los tres episodios del capítulo cuatro, de la serie Matarife, se registra como, las nacientes mafias colombianas de la producción y tráfico de cocaína en la década de los 80, pasaron de la fabricación de pequeñas cantidades de cocaína, que enviaban con alguna dificultad a las mafias norteamericanas, a la producción industrial de la misma, para satisfacer la demanda que se había masificado entre los jóvenes ejecutivos, beneficiados con el auge económico de ese país. La cocaína empezaba a desplazar la heroína y el opio, entre los adictos y nuevos consumidores, pues, a los mafiosos gringos les resultaba más barato, más fácil y más rápido, importar el polvo blanco desde el patio trasero, que traer los otros alucinógenos desde el lejano oriente.
En nuestro patio (Colombia), las mafias marimberas de la costa caribe que, amparadas por la clase política costeña y los gobiernos de la época, inundaban a los gringos con miles de toneladas de marihuana, debieron ceder el paso a los carteles de la cocaína. No obstante, los traficantes de la “maracachafa”, beneficiados por el presidente liberal Alfonso López Michelsen, que en 1974 les abrió la llamada ventanilla siniestra del Banco de la República, lograron blanquear sus millonarias fortunas, cambiando millones de dólares en el banco emisor, sin tener que justificar su procedencia.
Fue así como inyectaron sus capitales legalizados a todos los sectores de la economía y los nuevos ricos ingresaron a las altas esferas de la sociedad, la política, la corrupción y al mundo de los grandes negocios. Es la historia del “gavilán mayor” y de la guerra entre las familias de los Cárdenas y los Valdeblánquez, la que ha quedado como rufianescos registros en la memoria oficial.
El negocio marimbero se acabó para las mafias criollas, porque los gringos, que se quedaban con el 80% de las ganancias, empezaron a cultivar marihuana de alta calidad, primero en el Estado de California, que luego se extendió a otras regiones, al punto que, el negocio se convirtió en un importante y próspero renglón de la economía norteamericana; el cannabis, hoy se consume legalmente en la mayoría de los Estados de la Unión.
Lo que Daniel Mendoza nos relata, basado en documentos, noticias registradas en la época y testimonios irrefutables, es el rol central de Álvaro Uribe Vélez, en el proceso de producción de la cocaina en cantidades industriales y su comercialización internacional, especialmente hacia los Estados Unidos, que se había convertido en una “inmensa nariz” que aspiraba los millones de toneladas del alucinógeno, que les llegaban permanentemente desde nuestro país, convertido, desde entonces , hasta hoy, en el productor del 90% de la cocaína que meten los cocainómanos gringos y del mundo.
Todo indica que “el matarife”, desde muy temprana edad, se vinculó al cartel de los Ochoa y Pablo Escobar, conocido como el cartel de Medellín; así lo denunció el papá del presidente Iván Duque, el señor Iván Duque Escobar, al informarle en 1981, al presidente de turno, Julio Cesar Turbay Ayala, que Álvaro Uribe era socio de dicho cartel y que “desde su cargo de director de la Aeronáutica Civil, repartía licencias y autorizaba las pistas de las tantas aeronaves que subían y bajaban cargadas de cocaina” y lo corrobora el hecho de que “según el Departamento de Estado de USA, documentos desclasificados y obtenidos por el archivo de seguridad nacional de dicho país, la carrera política de Álvaro Uribe V, ha estado marcada por sospechas de sus nexos con narcotraficantes”. “En 18 meses de director de la Aerocivil autorizó 2339 licencias para aeronaves o pistas aéreas, 200 de las cuales, fueron para el cartel de Medellín”. Igualmente, la embajada de Estados Unidos, fue informada por el Senador liberal, Luis Guillermo Vélez, sobre los nexos de “Álvaro con el clan de los Ochoa Vásquez”, informa el narrador de la serie.
La contundencia de dichas pruebas, es reforzada por el testimonio de dos personajes ligados a las entrañas de Pablo Escobar, su jefe de sicarios, alias Popeye, quien narra que Uribe, desde su cargo de Director de la Aeronáutica Civil, autoriza la pista de la hacienda Nápoles, afirma terminantemente que “él, cuando era director de la Aerocivil, él autoriza la pista de la hacienda Nápoles, pavimentada, a sabiendas de que es (sic) para Pablo Emilio Escobar Gaviria”.
Por su parte, su sobrino, Nicolás Escobar, hijo de su hermano “el osito”, en su canal de You Tube, “Soy Escobar” y en entrevista concedida al periodista, Juan Carlos Giraldo, habló de “La Hacienda Nápoles”, ubicada a 150 kilómetros de Medellín, y los permisos para la construcción de la pista de aterrizaje en dicha hacienda, “la única pista totalmente pavimentada y con iluminación para despegues de vuelos y aterrizajes nocturnos, fue autorizada en ese entonces por la Aeronáutica Civil, quién firmaba era el director de la Aerocivil de esa época”; es decir Álvaro Uribe. También dijo que “la pista se utilizó, no solo para que llegaran todos los políticos de este país de la época a pedirle dinero a Pablo… antes de que empezara la problemática, todos iban en vuelos autorizados por quien manejaba la Aerocivil, sino también para el tráfico de estupefacientes a nivel internacional- tenía iluminación – y los vuelos, debidamente autorizados, salían por la noche cargados de droga y regresaban en la madrugada con el dinero de la venta”.
Después de esta apretada síntesis de testimonios y pruebas irrefutables, no cabe duda de que el joven Uribe, que ya era “uno de los más importantes miembros del cartel de Pablo Escobar y los Ochoa” fue nombrado a sus 28 años, sin ninguna experiencia, director de la Aeronáutica Civil, en remplazo de Fernando Uribe Escobar, asesinado por la mafia el 24 de febrero de 1980, por su intensa actividad de persecución de aeronaves y pistas clandestinas de los narcotraficantes, fue puesto en el cargo por orden de “la mafia más devastadora del planeta”, porque necesitaba a alguien de confianza, para controlar las operaciones aéreas del país, y lo lograron. Uribe le puso las alas no a la coca, sino a las mafias narcotraficantes que consiguieron, con sus aeronaves autorizadas por el “genocida innombrable”, satisfacer sin contratiempos, la cuantiosa demanda de millones de adictos norteamericanos.
El relato de los episodios de este capítulo, no deja la menor duda de que las licencias de aeronaves fueron otorgadas por el entonces director de la Aerocivil a reconocidos integrantes de su cartel, veamos: “dos licencias a la hermana de Carlos Leder, el capo aviador y jefe de la flotilla de los aviones del cartel, para los Jets de lujo que lo transportaban, 5 licencias concedidas “al hermano de Gonzalo Rodríguez Gacha , el más sanguinario miembro del cartel, que se preciaba de descuartizar personalmente a sus víctimas y tres más para su primo”. En este cuadro, aparece otra licencia “a nombre de Gonzalo Ángel, hermano del narcotraficante “Guillo Ángel” quien era propietario en la sombra de la empresa Helicargo, dueña del helicóptero en el que murió Pedro Juan Moreno Villa, secretario del entonces gobernador de Antioquia; accidente provocado, según varios periodistas y lo denunciado por el jefe paramilitar, alias “Don Berna”, por el mismo Uribe, que ordenó su muerte”. Todo indica que, con la complicidad del novel director de la Aeronáutica Civil, el cartel contó con flota aérea propia y legalizada, para llevar la cocaína a los Estados Unidos.
La magistral narración de la serie, cuenta cómo se legalizó el transporte aéreo de la cocaína de la mejor calidad producida por Pablo Escobar en Colombia; pero, hasta ahora no se sabe quiénes la recibían en los aeropuertos y la distribuían en el territorio de los Estados Unidos, seguramente vendrá en los próximos capítulos. Por lo pronto, cito la declaración de Sebastián Marroquín, (Juan Pablo Escobar) hijo de Pablo Escobar, entrevistado en canal de YouTube, Rohina producciones -RHN- en la que cuenta como se transportaba la pasta de cocaína a través de otra ruta utilizada por el capo, dijo que “mi padre se ganaba US$70 millones en un fin de semana vendiendo cocaína en Miami; transportó, desde el aeropuerto de Medellín a Miami, 800 kilos de droga semanales durante tres años ininterrumpidos”.
Reveló que una de las rutas de narcotráfico que utilizó Pablo escobar, en este negocio, “era entre el aeropuerto internacional de Medellín y el de Miami, utilizando aerolíneas comerciales y mulas – no las que se tragaban la droga, no las que la ingerían para transportarla– sino que, estaba tan corrupto el sistema, pero tan putrefacto, que todas las personas involucradas en la cadena de control, desde Medellín hasta EEUU, hasta el último eslabón, estaban comprados, entonces aquellos que viajaban no necesitaban ni llevar pasaporte, ni documentos, ni ninguna visa, ni nada; estaba todo tan corrupto, que no era sino subirse al avión con la droga a la vista, olvídate que no había ni dobles fondos, no se preocupaban ni por esconderla”.
Dice sin titubeos, que Pablo escobar tenía alianzas con la DEA para que recibieran los cargamentos de la pasta en el aeropuerto de Miami, iba a la fija, indicó que “era como tener una autopista que comunicaba los dos países” y agrega que “800 kilos por semana, es un montón de cocaina… y los oficiales corruptos de la DEA por dejar pasar esta droga, cobraban tres mil quinientos dólares por kilo, eso sumaba. más o menos, 440 millones de dólares en corrupción”.
No queda duda de que la DEA, ese organismo tenebroso que los Estados Unidos utiliza para combatir supuestamente el narcotráfico en los países productores de drogas ilícitas, es también utilizada para facilitar la entrada a su territorio de la droga que destruye la juventud de su país. Así ha sido, es y será; recientemente circuló en redes sociales, una noticia que registraba el informe de un general norteamericano que estuvo al frente de operaciones antinarcóticos en Colombia, con sus tropas, alarmado porque descubrieron que los militares gringos bajo su mando, traficaban en los aviones que los transportaban, cargamentos de coca comprada a los narcos colombianos; informe que Uribe y la prensa colombiana le ocultaron al país. Es sabido que los fondos captados por estos ilícitos, fueron utilizados para la operación Irán-contras en Nicaragua y para cooptar gobiernos corruptos, como el de Noriega en Panamá o, para conformar, armar y entrenar los grupos terroristas, como ISIS, que operan en el oriente medio.
Finalmente, el capítulo 4 refresca la memoria sobre los horrendos crímenes cometidos por el capo del cartel de Medellín, detrás de los cuales advierte la sombra del “matarife”, comprometido con estos asesinatos. Rodrigo Lara Bonilla, asesinado el 30 de abril de 1984, para cobrarle las denuncias contra Álvaro Uribe por sus favorecimientos al cartel, haber revocado varias de las licencias de aeronaves otorgadas por él a los narcos y por el allanamiento de la hacienda “Tranquilandia”, donde incautaron toneladas de la droga y varias aeronaves de la mafia, incluido uno de los helicópteros, que resultó ser propiedad del ex presidente, perteneciente a la empresa de su padre “aerofotos Amórtegui y Cía.”. El director del diario El Espectador, Don Guillermo Cano “asesinado, con una bomba de alto poder que estalló en las instalaciones del diario, el 2 de septiembre de 1989, para cobrarle haber publicado una foto de Pablo Escobar, que 5 años atrás había documentado su captura en un pueblo antioqueño con 39 Libras de cocaina, lo cual provocó su expulsión del Congreso, al que había sido elegido en 1982.
Debe tener razón el periodista Julián Martínez, que se ha dedicado a investigar durante más de una década las andanzas del ex presidente, al afirmar que “la vida de Uribe ha estado rodeada de cocaína por todas partes”. Es que, por donde se miren, las ramificaciones de su familia por consanguinidad y por afinidad, alguno de sus miembros esta relacionado con la mafia, incluso con el cartel mexicano de Sinaloa.
Con todas estas verdades y muchas más que han circulado, como el de la compra de testigos y el asesinato de por lo menos 8 testigos, que dieron su testimonio sobre la responsabilidad directa del hoy senador Uribe con la creación de grupos paramilitares y la realización de masacres, la compra de votos con dineros de narcotraficantes para llevar a la presidencia a sub-presidente y tantos crímenes más; uno se pregunta, ¿por qué, teniendo centenares de procesos penales en curso, no termina de ser juzgado por los jueces que corresponden?. La respuesta la encontramos en la afirmación categórica y reiterada del periodista Gonzalo Guillen “Uribe es un criminal y la justicia le tiene miedo”.
T/ José Arnulfo Bayona/ La Nueva Prensa