Columnas

La esperanza tomó las calles

La zozobra se extendía entre 3 y 4 de febrero de 1992. No era un vulgar golpe cuartelero, por su significación alcanzaba el sentido de una rebelión militar. La oficialidad y sus tropas de los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal avanzaban, con un fin transcendente: derrocar a un gobierno indigno. En su soberbia, un contrariado Carlos Andrés Pérez, desoía las advertencias de una acción militar contra su jefatura. Esta posible delación no hizo que la rebelión retrocediera, al contrario, la denominada Operación Zamora, pese a la inacción de unidades antes involucradas, continuaba con su propósito. El Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200) salía a la superficie. Esa agrupación fundada en pleno bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar tomaba irremediablemente las armas. Caras visibles del Ejército: Hugo Chávez Frías, Felipe Acosta Carlés y Jesús Urdaneta Hernández, daban de qué hablar. También nombres como Francisco Javier Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos y Jesús Ortiz Contreras empezaban a ser pronunciados. Todos destacados docentes con gran ascendencia sobre las tropas por su moral y por sus grados de comandantes, mayores, capitanes, tenientes y tenientes coroneles, respectivamente.
Un destacado grupo que componía esta especie de célula revolucionaria eran licenciados de la promoción Simón Bolívar, egresados de la “Casa de los sueños azules” en 1975. Despiertos e inconformes política e intelectualmente la joven oficialidad hacía grupos de discusión de temas distintos, de múltiples afluentes ideológicas, hecho que fue alimentado sus ansias transformadoras en el seno de la Academia Militar a favor de la pauperizada nación venezolana.
La Operación Zamora buscaba destituir al presidente Carlos Andrés Pérez -no asesinarlo, como ciertas afirmaciones satanizadoras quisieron hacer ver- y llevarlo a juicio por diferentes delitos. Una vez logrado esta meta imprescindible, entonces, se planteaba crear una Junta de Reconstrucción Nacional, compuesta por personajes bienhechores y “progresistas”, tanto civiles como militares.
Los motivos expuestos por los patriotas que impulsaron la rebelión militar de 1992 están enraizados con las erradas medidas económicas tomadas por el dirigente adeco corrupto y entreguista; la insatisfacción de los sectores medios y bajos de las Fuerzas Armadas por la putrefacción de las cúpulas militares; la implementación de la represión contra un pueblo desamparado; entre otros prolijos de enumerar. Apelando al artículo 132 de la carta magna de 1961, los rebeldes argumentaban que en ellos reposaba la tarea de defender al país; de asegurar las instituciones democráticas; y de hacer cumplir la Constitución y las leyes, las cuales estarían siendo menospreciadas por el gobierno de turno.
El liderazgo residía en Hugo Chávez Frías. Ese hombre de firmeza inamovible, tez morena y cara indiada estratégicamente levantaba su centro de mando en el Museo Histórico Militar (hoy 4F), ubicado en la emblemática parroquia 23 de enero, La Planicie, próximo al Palacio de Miraflores en Caracas.
  La entrada a La Casona y al Palacio Blanco eran sus fines perentorios. Sus conmilitones debían tomarlos. Hubo enfrentamientos, caídas, reveses, bajas y muchas situaciones extensas de mencionar. La Guardia Nacional, la Disip y un sector importante del Ejército resguardaban al gobierno perecista ya caduco.
Hugo Chávez Frías responsablemente deponía las armas y daba un mensaje a sus hermanos de ruta a hacer lo propio, sobre todo a los que se encontraban aún alzados en Aragua y Carabobo: “Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor”.
  Todavía es materia de estudio las secuelas de aquellas breves palabras en el pueblo venezolano.  Los teóricos, los críticos, los analistas del discurso, los políticos, los cientistas sociales, los historiadores, los sociólogos y los comunicólogos examinan concienzudamente una alocución televisada que pudo sincronizarse con una mayoría ayuna de reivindicaciones sociales siempre postergadas. Fue un minuto que sintetizó de forma y contenido, integralmente, un llamado a la dignificación nacional a la vez que a un futuro compromiso histórico. Paraba así la violencia, pero comenzaba la popularidad del nuevo Comandante Chávez. El sólo hecho de afirmar que “…yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano. Muchas gracias”; fue un punto de inflexión en la Historia venezolana reciente, en un país desnacionalizado en el cual su élite política y económica, en franca descomposición moral, evadió siempre su actuación ante el desastre palpable.
La rebelión militar de 1992, de clara inspiración bolivariana, liderada por Hugo Chávez Frías, evaluada a tres décadas de distancia, fue una necesidad histórica para la edificación de una sincera democracia participativa y protagónica en Venezuela. Fue la consecuencia de un modelo puntofijista pútrido que ya no daba para más. Si bien, esta intentona no alcanzaba sus objetivos inmediatos, generaba una efervescencia popular que se expresaba en una esperanza que iba recorriendo los caminos y veredas de todos los caseríos y ciudades. Después de pagar dos años en prisión, aquel recién llegado soldado, -que con su “Por ahora” asumía la responsabilidad del alzamiento en un país desangrado, donde nadie respondía por nada o culpaba al otro- arrancaba el huracán bolivariano.
Con el propósito de abrir un espacio para la socialización, discusión, y concientización de la juventud venezolana sugerimos un conjunto de preguntas generadoras que sumen para hacer más sencillo, metodológica y didácticamente, la investigación, la comunicación, la difusión y la promoción de este proceso histórico reciente, con el propósito de contribuir con un pueblo consciente y sensible, fortalecido, para la construcción de una país libre, soberano e independiente.
T/ Alexander Torres Iriarte

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