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Legado

#Opinión por: Alexander Torres Iriarte

Existen personas por nuestros predios que debemos conocer. Hablamos de intelectuales comprometidos con la idea de la Patria grande, y que, inclusive, restringidos a sus momentos históricos, pese al tiempo transcurrido, tienen pasmosa pertinencia. Son nuestros mayores -de pensamiento y acción- que, superando los estrechos límites nacionales alcanzarían estaturas universales.

Sus solas presencias parecen ser fuentes de una visión que, de manera inteligente y valiente, sin entreguismo ni doblez, sigue luchando por un lugar digno bajo el sol. Tal reflexión nos las suscita José Isidro Fabela Alfaro, todo un portento de la cultura mexicana, nacido en Atlacomulco el 29 de junio de 1882 y fallecido en Cuernavaca el 12 de agosto de 1964. Su polifacética huella confundiría al político del abogado y a estos con el historiador punzante y el diplomático innovador.

Su contexto sería el convulso tránsito del porfiriato a la Revolución, hecho más que interesante para ponderar positivamente su legado. Nunca se distanciaría de las humanidades y del ámbito espiritual, razón por la cual lo encontraremos entre los fundadores del Ateneo de la Juventud.

Partidario de Francisco I. Madero y adversario de Victoriano Huerta Fabela viviría los vaivenes de la política doméstica.

Posteriormente se sumaría al gobierno de Venustiano Carranza, asumiendo diversas responsabilidades impostergables, siempre en el servicio exterior del país norteño.

Tanto sería su valía que en 1937 el presidente Lázaro Cárdenas lo designaría representante ante la Liga de las Naciones. Fabela se erigiría como un digno portavoz de su gente, asumiendo gallardamente una postura contra el nazismo y el fascismo de su hora.

Como destacado académico gozaría de valiosos reconocimientos, asimismo, impulsaría distintos órganos periodísticos, poniéndose al frente de muchas organizaciones e iniciativas. Ejemplo de lo expresado sería su liderazgo de la Comisión de Investigaciones Históricas de la Revolución Mexicana.

Entre sus numerosas obras destacan Neutralidad, estudio histórico, jurídico y político (1940), Por un mundo libre (1943), Belice. Defensa de los derechos en México (1944), Paladines de la libertad (1958), Historia diplomática de la Revolución mexicana (1958-1959), Hidalgo (1959), Cuentos de París (1960), El caso de Cuba (1960), Carranza, su obra y ejemplo (1960), A mi Señor Don Quijote (1966), y Mis memorias de la Revolución (1977).

En sus muy recomendables trabajos Los Estados Unidos contra la libertad (1918), y Las doctrinas Monroe y Drago (1957) explica lo pernicioso del intervencionismo septentrional que históricamente ha visto la región latinoamericana como un feudo exclusivo, como el patio trasero de los hijos de Washington.

De allí su reiterativa invocación a Simón Bolívar, como aquel gigante que bregó por la unidad hispanoamericana, camino regio a la añorada autodeterminación de nuestros pueblos.

Aludir a Fabela es mencionar una de las columnas vertebrales de la política internacional mexicana, quien además, por su amplia mirada, se transforma en paradigma revolucionario, soberanista y antiimperialista. La cita sigue en pie: buscar en Fabela claves históricas para combatir el burdo trumpismo de hoy.

Parteaguas

T/ Alexander Torres Iriarte

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