
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, abrió el debate de la 78º edición de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, con un discurso centrado en la desigualdad.
«Hay una falta de voluntad política de quienes gobiernan el mundo para superar las desigualdades», aseveró el líder brasileño.
El mandatario aseguró que «es inaceptable» la representación «desigual y distorsionada» en la gestión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Lula contrastó el nivel de los fondos destinados para Europa con los que se envían a África, y detalló que mientras las naciones europeas recibieron 60.000 millones de dólares en derechos especiales de giro del FMI, los países africanos obtuvieron apenas 34.000 millones de dólares.
«No se han sentado las bases de una nueva gobernanza económica», destacó.
En ese sentido, explicó que el grupo BRICS surgió «a raíz de este inmovilismo» y constituye «una plataforma estratégica para promover la cooperación entre países emergentes».
Asimismo, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) reiteró que «la estabilidad geopolítica y la seguridad no se lograrán donde haya exclusión social y desigualdad».
«El neoliberalismo ha empeorado la desigualdad económica y política que aqueja a las democracias actuales. Su legado es una masa de gente desheredada y excluida (…) Repudiamos una agenda que utiliza a los inmigrantes como chivos expiatorios, que corroe el Estado de bienestar y que ataca los derechos de los trabajadores», aseveró.
«Urgencia de reforma»
El presidente brasileño también dijo que el conflicto en Ucrania «pone de relieve la incapacidad» de los países que forman parte de la ONU en lograr la paz.
«No subestimamos las dificultades para lograr la paz. Pero ninguna solución será duradera si no se basa en el diálogo. He reiterado que es necesario trabajar para crear un espacio para las negociaciones. Se invierte mucho en armamento y poco en desarrollo«, consideró.
Lula recordó que la ONU «nació para ser el hogar del entendimiento y el diálogo», por lo que repudió la práctica de algunas naciones, que en vez de acudir a esa instancia para solventar conflictos, recurren a la política ilegal de las medidas coercitivas unilaterales.
«Las sanciones unilaterales causan un gran daño a la población de los países afectados. Además de no lograr sus supuestos objetivos, obstaculizan los procesos de mediación, prevención y resolución pacífica de conflictos», aclaró.
En esa misma línea, confirmó que «Brasil seguirá denunciando medidas tomadas sin el apoyo de la Carta de la ONU, como el embargo económico y financiero impuesto a Cuba y el intento de clasificar a este país como Estado patrocinador del terrorismo».
Y continuó: «El Consejo de Seguridad de la ONU ha ido perdiendo progresivamente su credibilidad. Esta fragilidad surge, en particular, de las acciones de sus miembros permanentes, que libran guerras no autorizadas en busca de expansión territorial o de un cambio de régimen. Su parálisis es la prueba más elocuente de la necesidad y urgencia de reformarlo, dotándolo de mayor representatividad y eficacia».
En actualidad, el Consejo de Seguridad está compuesto por cinco miembros permanentes –EE.UU., China, Rusia, el Reino Unido y Francia– y 10 naciones no permanentes, elegidas para un plazo de dos años.
«Una promesa a largo plazo»
Lula habló de cuestiones medioambientales y aseguró que en los últimos ocho meses la deforestación en la Amazonía ya se ha reducido en un 48%.
Pero recalcó que las poblaciones vulnerables del Sur Global son las más afectadas por las pérdidas y daños causados por el cambio climático. «El 10 % más rico de la población mundial es responsable de casi la mitad de todo el carbono liberado a la atmósfera. Nosotros, los países en desarrollo, no queremos repetir este modelos», puntualizó.
El líder de izquierda reclamó apoyo financiero a los países ricos para adoptar medidas de protección del medio ambiente y combatir el cambio climático. «La promesa de asignar 100.000 millones de dólares a los países en desarrollo sigue siendo solo eso. Una promesa a largo plazo», criticó.
Lula regresó este martes a la ONU como el presidente brasileño que más veces ha hablado en una apertura de la Asamblea General. Se trata de su octava participación y debutó por primera vez en 2003, con un discurso en el que instó a los países a unirse a un esfuerzo global para combatir el hambre.
El exsindicalista recordó que hace 20 años ocupó esta tribuna por primera vez y «vuelvo hoy para decir que mantengo mi inquebrantable confianza en la humanidad».
Refirió que, en aquella época, el mundo aún no se había dado cuenta de la gravedad de la crisis climática, pero actualmente «llama a nuestras puertas, destruye nuestras casas, nuestras ciudades, nuestros países, mata e impone pérdidas y sufrimientos a nuestros hermanos, sobre todo a los más pobres».
Alertó que el hambre afecta a 735 millones de seres humanos que «dormirán esta noche sin saber si tendrán algo de comer mañana».
Para Lula, la acción colectiva más amplia y ambiciosa de la ONU hacia el desarrollo, la Agenda 2030, puede convertirse en su mayor fracaso.
Manifestó que la mayoría de los objetivos de desarrollo sostenible van a un ritmo lento. «En estos siete años que nos quedan, la reducción de las desigualdades dentro de los países y entre ellos debería convertirse en el objetivo-síntesis de la Agenda 2030».
Aseguró que su país está comprometido con implementar los 17 objetivos de desarrollo sostenible de manera integrada e indivisible.
«Queremos alcanzar la igualdad racial en la sociedad brasileña por medio de un decimoctavo objetivo que adoptaremos voluntariamente», adelantó.
T: RT Actualidad/Prensa Latina/LRDS