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Opinión/ Pesadilla

Por: Alexander Torres Iriarte

En la recomendada El huevo de la serpiente (1977), el doctor Hans Verguerus -encarnado por el actor Heinz Bennent- deja caer una sentencia que resume el mensaje de la película del laureado director Ingmar Bergman: “Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”. Esta afirmación, dicha por Verguerus, antes de suicidarse con una cápsula de cianuro, al acróbata Abel Rosenberg, -representado por el siempre recordado David Carradine- nos hace pensar en Trump y su entorno íntimo. Porque si haber vamos la conducta irresponsable del ególatra de la Casa Blanca pone en evidencia, indiscutiblemente, que en Estados Unidos anida lo peor del fascismo actual. Negarlo sería falta de sentido común, pintiyanquismo patológico o ignorancia supina.

El tipejo “gracioso” de Washington y su corte de tartufos nos remite a la Alemania de hace un siglo. Hablamos de la República de Weimar, cuando ya se gestaban las fuerzas más retrogradas bajo un supuesto “enemigo externo” erradicable. El país europeo era víctima ipso facto del oscurantismo. Comenzaban las cazaderas de brujas y su consecuente cuadro de linchamiento y xenofobia.

Lo que está sucediendo en EEUU es que la penumbra se ha cernido sobre la población, y la persecución absurda -inhumana-, muchas veces perjudica a sus propios partidarios, víctimas, generalmente, de la propaganda del imperio contra la Revolución Bolivariana. El imperio los ve hoy como prescindible papel higiénico. Expresa el inspector Bauer, personalizado en el filme por Gert Fröber: “Todos tienen miedo y yo también. El miedo no me deja dormir. Nada funciona bien, excepto el miedo”.

Por un instante depongamos las diferencias políticas y veamos con meridiana claridad el trato dado a migrantes venezolanos en el país del norte: ¿realmente todos los enviados a El Salvador son del Tren de Aragua? La respuesta sensata es que no, mas cuando las mismas autoridades estadounidenses lo han determinado así. De allí que este proceder de Trump no se puede descontextualizar del bloqueo contra Venezuela, de la estigmatización y criminalización de los compatriotas ahora indeseables, y ayer nomás negocio para las mafias migratorias, mafias estimuladas y aplaudidas por la “coyote mayor”: María Corina Machado.

Donald Trump y Nayib Bukele -el Hitler hollywoodense y el Goebbels posmoderno- se prestan a una puesta en escena patibularia echando mano a una norma anacrónica, como es la Ley de Enemigo Extranjero (1798), y arremetiendo contra justos por pecadores. Con sus caras bien lavadas prometen una inminente deportación masiva.

Ahora, van contra los hijos de Bolívar, secuestrando -y mercantilizando- a más de 200 migrantes y calificándolos de delincuentes. Por eso el llamado Centro de Confinamiento del Terrorismo de la nación centroamericana no dista mucho de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial.

Walt Whitman y Oscar Arnulfo Romero lloran este despropósito de sus paisanos, entificación en este momento de lo peor de nazismo pretérito.

Dice Bergman en su citada película : “Desperté de una pesadilla y descubro que la vida es peor que el sueño”. Así se desvaneció el “sueño americano” de muchos, tenidos vergonzosamente como ciudadanos desechables. Igualmente, como ayer, la justicia y la verdad prevalecerán contra los reptiles enrollados en el salón oval.

T: Alexander Torres Iriarte

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