Perfil de un (o una) perdonavidas
Un hilo de El Especulador Precoz para bucear en la personalidad del que te quiere ver muerto, pero tiene la generosidad de dejarte vivo

En estos días han salido a escena muchos perdonavidas, sujetos (y sujetas) que alardean de su capacidad para decidir si tú, pobre insecto insignificante, puedes o no seguir existiendo. Se les distingue por su tono jaquetón y por el tumbao que tienen los guapos al caminar.
El (o la) perdonavidas siempre lleva un ultimátum en el cinturón, junto a su arma de alto calibre. Te mira de reojo y dice, con voz de película de vaqueros: ríndete que estás rodeado. Y te da un plazo perentorio para que te entregues. “O te atienes a las consecuencias”, subraya.
También suelen llevar consigo salvoconductos para que, luego de rendirte, te vayas a vivir a otro país. Pero eso sólo aplica a los chivos. Si eres un enemigo de medio pelo o de baja ralea, no te sale salvoconducto, sino hampoducto.
Para ser perdonavidas no hace falta tener un cargo. Basta con que el individuo (o la individua) se haya autonombrado como «la autoridad«. Y mejor si tiene el respaldo del imperio. Entonces es un perdonavidas guapo y apoyado (o guapa y apoyada).
Los grandes de la especialidad trabajan a futuro. Les dicen a sus adversarios: «Dentro de muy poco tendré el poder, así que escucha mi ofertón de preventa: si te entregas ahora, te doy amnistía y habló para que los gringos quiten los carteles de ‘Se busca’… ¿Qué más quieres?».
¿A usted no le ha llegado el mensaje de su perdonavidas? ¿No?… Es raro, porque últimamente andan desenfrenados. Debe ser que usted no es nadie. O tal vez el suyo ha estado ocupando, perdonando otras vidas. Quién sabe.
T: El Especulador Precoz/Ciudad CCS/LRDS