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Edmundo González Urrutia tuvo vinculado a escuadrones de la muerte en El Salvador

La exfuncionaria colombiana, María Catalina Restrepo Pinzón de Londoño, revelólos detalles mediante carta enviada a Diosdado Cabello

Edmundo González Urrutia, el candidato de la derecha y de Estados Unidos, EEUU, participó en el financiamiento y logística de actos brutales en El Salvador, cuando se desempeñaba como funcionario de la embajada de Venezuela en ese país. Así lo reveló el primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Diosdado Cabello, en su más reciente entrega del programa Con el mazo dando.

La vinculación del protegido de la golpista María Machado, fue dado a conocer por una exfuncionaria colombiana, María Catalina Restrepo Pinzón de Londoño, mediante carta enviada a Cabello, quien la leyó en el programa.

Edmundo trabajó en la embajada de Venezuela en El Salvador, cuando el periodista Leopoldo Castillo se desempeñaba como embajador.

«Pues resulta que González Urrutia, aunque menos conocido que su jefe, Castillo, tuvo un papel nada despreciable en la embajada de Venezuela en el país centroamericano por aquellos turbulentos años ochenta. Su llegada a San Salvador coincidió con una era realmente sombría, marcada por violaciones a los derechos humanos y masacres espantosas. La cuestión es que, bajo el mando de Castillo y la asesoría de González Urrutia, se desataron los infames escuadrones de la muerte. Los reportes de aquellos días son escalofriantes: desde masacres de civiles inocentes, hasta la persecución, asesinato de maestros y líderes comunitarios. Sin mencionar los ataques despiadados contra religiosos y niños. Cabe destacar que todo esto está documentado, con horror, por medios de todas partes del mundo», dice la misiva leída por Cabello.

A continuación la carta completa:

Patriota Cooperante La Gomela

Mansión La Curuba de Oro, Alto de Las Palmas, Medellín.

Excelentísimo Don Capitán Diosdado Cabello Rondón.

Presente.

Le escribe, muy respetuosamente, la embajadora María Catalina Restrepo Pinzón de Londoño, desde mi placentero, exquisito y relajante retiro, haciendo las onces con un pan dede bono remojado en un tintico, contemplando el atardecer en laventana de la mansión familiar del barrio Alto de Las Palmas de mi lindo Medellín.

El motivo de esta misiva no es más que informarle sobre un intrigante y oscuro episodio en la vida de Edmundo González Urrutia.

Tengo entendido que se graduó en Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela, pero su carrera diplomática sanguinaria y rastrera tiene su basamento teórico en su formación, ya que dentro de su currículum figura un Master realizado en Estados Unidos en la American University de Washington, entre 1978 y 1980, sobre Relaciones Internacionales Internacionales Internacionales y Política Exterior Americana (ese concepto del americanismo estadounidense).

Edmundo trabajó en el servicio internacional de su nación y el 24 de noviembre de 1976 ingresó como funcionario en la embajada venezolana en Estados Unidos en pleno desarrollo del Plan Condor; ahí fue captado por la CIA como era común en esa época. Por eso, para el 27 de julio de 1981 fue trasladado a la embajada de Venezuela en El Salvador, donde sin duda iba a cumplir una misión, por lo que estuvo hasta el 20 de julio de 1983.

Distinguido Capitán Cabello, ¿sabe usted quién era el embajador de su país para esos tiempos en El Salvador? Nada más y nada menos que Leopoldo Castillo, el mismo periodista que se robó un presupuesto (en millones de dólares) que el Gobierno ficticio de la República de Narnia le otorgó en 2020 para crear una Telesur paralela.

Pues resulta que González Urrutia, aunque menos conocido que su jefe, Castillo, tuvo un papel nada despreciable en la embajada de Venezuela en el país centroamericano por aquellos turbulentos años ochenta. Su llegada a San Salvador coincidió con una era realmente sombría, marcada por violaciones a los derechos humanos y masacres espantosas.

La cuestión es que, bajo el mando de Castillo y la asesoría de González Urrutia, se desataron los infames escuadrones de la muerte. Los reportes de aquellos días son escalofriantes: desde masacres de civiles inocentes, hasta la persecución, asesinato de maestros y líderes comunitarios. Sin mencionar los ataques despiadados contra religiosos y niños. Cabe destacar que todo esto está documentado, con horror, por medios de todas partes del mundo.

Edmundo estaba supremamente comprometido con estas atrocidades, siendo parte activa del financiamiento y la logística de estos actos brutales. La situación era tan grave que la propia Iglesia y algunas organizaciones internacionales estaban alzando la voz contra la violencia, que se sabía, contaba con el apoyo irrestricto la misma embajada donde laboraba este funcionario de segunda.

La realidad es que este tipo de historias nos recuerdan la importancia de observar críticamente el pasado y los personajes que, aunque en roles ‘secundarios’, jugaron parte crucial en eventos que cambiaron la vida de miles. Edmundo, aunque quizás un segundón en el papel, fue un actor clave en una de las páginas más oscuras de la historia centroamericana. Por eso no es de extrañarse que en estos momentos sea el candidato escogido por el gobierno estadounidense para enfrentar al presidente en funciones de su país, Nicolás Maduro. Es el digno representante de las sanciones imperiales.

Me despido atentamente con la esperanza de volver a comunicarme con su merced en la brevedad que los acontecimientos me lo permitan.

Aprovecho la ocasión para reiterarle las certezas de mi más alta estima y consideración…

En contexto, entre julio de 1981 y julio de 1983, El Salvador vivió varios episodios de violaciones de derechos humanos y masacres durante la guerra civil. Algunos de los incidentes más notables fueron:

1. Masacre de El Mozote (11 de diciembre de 1981):

Las fuerzas del Batallón Atlacatl del ejército salvadoreño llevaron a cabo la masacre en la aldea de El Mozote y sus alrededores. Se estima que murieron alrededor de 800 a 1,200 civiles, incluyendo muchos niños. Este hecho es uno de los peores incidentes de violencia contra civiles durante la guerra civil salvadoreña.

2. Operación Rescate (marzo de 1982):

En Chalatenango, durante una operación militar conocida como «Operación Rescate«, el ejército salvadoreño atacó varias comunidades, resultando en la muerte de numerosos civiles y desplazando a muchos otros. La operación buscaba eliminar la presencia guerrillera en la zona.

3. Masacre de Copapayo (noviembre de 1982):

En la comunidad de Copapayo, en el departamento de Cabañas, soldados del ejército salvadoreño asesinaron a decenas de civiles, principalmente mujeres, niños y ancianos, en un intento por erradicar la influencia guerrillera en la región.

Estos incidentes son representativos de la brutalidad y la represión que caracterizaron la guerra civil salvadoreña, que dejó un saldo trágico de decenas de miles de muertos y desplazados.

 

T: Mazo/LRDS

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