Columnas
Un encuentro fraternal

La entrada “simbólica” de Manuel Piar al Panteón Nacional, tarde o temprano, tenía que avivar un debate sobre el duro final del líder oriental en mano de sus compañeros de armas. Diatriba que en el devenir de nuestros estudios sociales ha decantado en una polarización aparentemente irreconciliable entre bandos que se disputan la verdad como el más ambicioso de los tesoros. Lanza en ristre se posesionan los defensores de visiones qué quieren hacer ver al otro como un hereje, fanático o equivocado. Desde la tibia imaginación aderezada con indicios historiográficos nada despreciables hasta gélidos documentos verídicos o sesgados, hacen uso defensores de dos mociones complejas e interesantes. Mientras piaristas encuentra inicuo ese histórico 16 de octubre de 1817, bolivarianos alegan que el Libertador acometió un acto justo.
Esta divergencia no es nueva, por cierto, y una mirada sumarial inmediatamente nos da la razón. Lo nuevos está en qué estamos “reconciliando” a dos grandes líderes del mismo bando y en esta idea queremos insistir. No sospesarlo así lo consideramos error garrafal por lo descontextualizado de la situación actual. Creemos que estamos marcando un precedente, que estamos abriendo una trocha que puede ser un excelente ensayo en la historiografía insurgente que tanto discutimos: estamos haciendo una operación revisionistamente historiográfica y políticamente sanadora. Veamos. En experiencias pasadas el enemigo era “el otro”, el que no era yo: el español, el holandés, el yanqui…¡Ahora el “enemigo” es ese que ayer no más dio la vida por la Causa y por mí, por nosotros, y es ese que es tan patriota, tan valioso como yo, como nosotros y que ahora está distante, “distanciado”, ausente…Ese, otrora amigo, y que ahora siento que “me traicionó”, que es mi enemigo, pero que sigue siendo patriota, revolucionario, hermano…Porque tan patriota fue Simón Bolívar como Manuel Piar, porque tan admirable fue la Campaña militar de 1813 de occidente como la de oriente…Alto difícil es comprendernos desde la complejidad! No sé si en estas rápidas líneas nos explicamos…
Preguntamos: ¿Todos y todas convenimos que Manuel Piar debe entrar al Panteón Nacional? Si. ¿Todos y todas aceptamos que es un acto de justicia su inclusión al “altar sagrado de la Patria”? Si. Entonces ¿Por qué nos quedamos más preocupados en tener la razón y despotricar del que piensa diferente? ¿Por qué no ponderamos la significación de un acto “simbólico” que, insistimos, eleva a Manuel Piar, pero que a su vez enaltece a Simón Bolívar? Creemos que esta “reivindicación” es mucho más que la discusión documental, la sentencia exculpatoria, o la intocabilidad de los libertadores. ¡Qué Bolívar haya sido injusto o Piar sea culpable es secundario en esta reconciliación de dos figuras que nos están dando ejemplo de que dialogar -sin desmemoria y claudicación- es posible! Qué siga el sano y respetuoso debate sin perder de vista que estamos del mismo lado. Decimos.
Pidámosle prestado al bien conocido Marc Bloch para cerrar esta nota invitativa. Cito in extenso: “Para decirlo todo, una palabra es la que domina e ilumina nuestros estudios: «comprender». No digamos que el buen historiador es ajeno a las pasiones; cuando menos tiene ésta. No hemos de disimularlo, se trata de una palabra cargada de dificultades, pero sobre todo de esperanzas. Una palabra, sobre todo, cargada de amistad. Hasta en la acción juzgamos demasiado. Es cómodo gritar “¡Al paredón!» Nunca comprendemos lo suficiente. Quien difiere de nosotros —extranjero o adversario político— pasa, casi necesariamente, por un malvado. Hasta para conducir las inevitables luchas sería necesaria una poca más de inteligencia en el alma, con mayor razón para evitarlas cuando aún es tiempo. La historia, a condición de que renuncie a sus falsos aires de arcángel, debe ayudarnos a salir de este mal paso. La historia es una vasta experiencia de variedades humanas, un largo encuentro entre los hombres. La vida, como la ciencia, lleva todas las de ganar si este encuentro es fraternal.” Manuel Piar al Panteón Nacional, sin desdecir de Simón Bolívar, es eso: “un encuentro fraternal”.
T/ Alexander Torres Iriarte