Caracas, Venezuela.–La Casa Blanca y sus secuaces lo han vuelto a hacer. El miércoles, junto a 11 gobiernos más, convocaron una reunión urgente de la Organización de Estados Americanos (oea) para aprobar un proyecto de resolución que, esencialmente, exigía la verificación integral de los resultados de los comicios en Venezuela, y mostraba su «apoyo» a quienes se manifiestan de forma pacífica.
Diecisiete votos a favor, 11 abstenciones, cinco ausencias y ninguno en contra fue el resultado. No pudieron salirse con la suya, aun cuando, otra vez, dejaron fuera de la decisión al país sobre el que se debatía. La conciencia de algunos de los miembros de esa organización con sede en Washington permitió que fracasase esta nueva intentona injerencista sobre la autodeterminación del pueblo venezolano.
Desconocer la institucionalidad del país y deslegitimar el proceso bolivariano forma parte de la estrategia permanente del imperio contra la Revolución, que en 1998 invirtió las reglas de la política nacional para hacer al pueblo protagonista de su destino.
Sin embargo, el ataque no es solo diplomático. La tierra de Bolívar y Chávez es blanco de una agresión multidimensional que se ha agudizado, luego de las recientes elecciones.
«Estados Unidos pretende usar a Venezuela para construir, en su patio trasero, un Gobierno afín a sus intereses. Hasta ahora no han podido», asegura el politólogo Martín Pulgar, máster en Ciencias en Filosofía de la Guerra, quien tuvo a bien conversar con la prensa cubana sobre
algunas de las vías de intervencionismo en los asuntos internos de esta nación, para atacar áreas neurálgicas como el orden y la estabilidad.
«Venezuela ha sido expuesta a una guerra híbrida, claramente diseñada por potencias extranjeras y con aliados internos. Se trata, en primer lugar, de una construcción hegemónica mediática internacional», que impone una narrativa de odio en contra de la capacidad de movilización del chavismo.
Estamos, a todas luces, ante una estrategia de propaganda de guerra, que busca forzar el quiebre de las fuerzas populares, del empuje de la gente de las comunidades que ha visto devuelta su dignidad durante estos 25 años del proyecto social bolivariano.
Precisamente, al interior de la nación se dirige el ataque más duro. «Se ha tratado de torcer, insiste, la voluntad del pueblo a favor de la victoria que tuvo el presidente de la República. Y, por otro lado, han usado grupos violentos y delincuenciales financiados por fuentes exógenas, y dirigentes políticos, para generar una sensación de caos y de insurrección popular ante el supuesto fraude presentado por el candidato derrotado, Edmundo González Urrutia».
El también analista internacional explica que estas acciones van dirigidas a quebrar «el rumbo de la Revolución Bolivariana». Una de las vías esenciales ha sido «intentar encrespar los sentimientos y la emociones del pueblo venezolano» para fomentar el caos y crear un clima de inestabilidad, que luego jugaría a su favor. Es este un claro ejemplo de la batalla cognitiva a la que está expuesta la nación sudamericana.
A partir de esa sensación de inestabilidad e incapacidad del Estado de controlar un supuesto estallido social, «construirían un relato internacional que imponga la visión de cambio anhelado desde hace mucho tiempo, por parte de las fuerzas imperialistas».
Sin embargo, el juego no les ha salido bien. «Estos intentos de violencia no han pasado de ser focos perfectamente controlables: algunos con mucho ruido desde el punto de vista de las redes y de algunos medios que han magnificado la realidad», apunta.
Ante estos hechos, el pueblo tiene una premisa que lo mantiene firme. Ya lo dijo Chávez: «Al imperio no hay que subestimarlo, pero tampoco hay que temerle. Quien pretenda llevar adelante un proyecto de transformación, inevitablemente chocará con el imperio norteamericano».
25 años de guerra híbrida de EEUU contra Venezuela: Entrevista con Vladimir Adrianza