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En España la pobreza y la desigualdad se consolidan en el segundo año de la pandemia

El coronavirus ha ensanchado la brecha social y económica en España. Un millón de personas han caído en la pobreza extrema. Jóvenes, mujeres y personas desempleadas son los grupos más afectados.

La llegada de la pandemia en marzo de 2020 provocó un shock económico en todo el mundo. España no fue ajena a este fenómeno: el Producto Interior Bruto (PIB) cayó un 10,8% en 2020, una cifra no vista desde los tiempos de la Guerra Civil, y arrastró al empleo y al consumo. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2020 la ocupación bajó en en 622.000 personas y el consumo lo hizo en un 12,4%. Estas cifras macroeconómicas se han ido corrigiendo a lo largo de 2021, con un crecimiento económico previsto del 5%, de acuerdo con la media de las previsiones de diversos organismos nacionales e internacionales mientras más de 700.000 personas han vuelto a trabajar. 2021 ha estado marcado por la recuperación, pero toda crisis económica deja cicatrices. La provocada por el coronavirus ha dejado al menos dos muy profundas: el aumento de la pobreza y la cronificación de la desigualdad.

«La pandemia ha dejado graves consecuencias sociales y económicas en nuestro país», certificaba este pasado jueves Luciano Poyato, presidente de la Plataforma del Tercer Sector, integrada por veinte organizaciones por medio de las cuales representa a cerca de 28.000 entidades del ámbito social. En declaraciones a la agencia Europa Press, Poyato señalaba que, de acuerdo con sus datos, el 26,4% de la población española está en riesgo de pobreza o exclusión social, es decir más de 12 millones de personas. Es un 1% más que en 2019. Además, Poyato también citaba los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, que certifican que la pandemia ha incrementado en un 50% la pobreza material severa, afectando a 3,3 millones de personas.

Una cifra que coincide con los últimos datos publicados por la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas). Durante el primer año de la pandemia (aún no hay datos de 2021) un millón de personas cayó en la pobreza extrema (vivir con menos de 16 euros al día). A finales de 2019, el 4,7% de la población, unas 2.190.000 personas, vivían en esta situación; un año después, concluido 2020, la pobreza extrema alcanzó al 7%, en concreto a 3.260.000 personas. La ONG Oxfam Intermon también hace sus cálculos y según sus últimos datos fueron 790.000 personas las que habrían caído en la pobreza severa en España por la covid-19.

En cuanto a la la tasa de pobreza relativa, es decir, el porcentaje de gente que pasa los días con menos de 24 euros habría aumentado del 20,7% hasta el 22,9% en 2020. Son casi 11 millones de personas y, de ellas, el 57% son migrantes. En el resto del mundo, la imagen es la misma. El Banco Mundial estima que con la llegada del coronavirus se han perdido entre tres y cuatro años en la erradicación de la pobreza extrema a nivel mundial.

Ese incremento de la pobreza se visualiza por las colas del hambre que trajo la pandemia. Un millón y medio de familias dependen de ellas para poder comer, según datos del último verano. Otro dato también certifica el avance de la pobreza: según Cáritas, sólo en 2020, más de 500.000 personas que nunca habían tenido que pedir ayuda acudieron a ellos para poder comer.

La pobreza es la máxima expresión de la desigualdad. La anterior crisis financiera ya la aumentó y la crisis de la covid le ha dado un nuevo impulso. El coeficiente de Gini (el indicador más utilizado para medir la desigualdad económica) ha subido en cerca de un punto y medio porcentual desde el inicio de la pandemia, aunque en los primeros meses de la misma llegó a subir más de tres, según los datos del monitor de la desigualdad de CaixaBank. Intermon Oxfam también aseguraba a principio de este año 2021 que las personas más pobres en nuestro país habrían perdido, proporcionalmente, hasta siete veces más renta que las más ricas.

Otro informe reciente, este de octubre de 2021, elaborado por por Cáritas y la Fundación Foessa, apuntaba también al «ensanchamiento del espacio de la exclusión social» con la llegada del virus. «La pandemia ha golpeado con más fuerza a los que ya tenían dificultades para mantenerse a flote. Son los que no han percibido el escudo social, carecen de mecanismos de protección desgastados desde la crisis de 2008», concluía el informe de Cáritas y Foessa.

En realidad, la desigualdad empezó el mismo momento en el que empezó el confinamiento y las empresas empezaron a mandar a sus empleados a casa: quienes pudieron teletrabajar pudieron salvar en la mayoría de los casos el empleo, pero fueron, por lo general, aquellos trabajadores con un mayor nivel educativo. La pérdida de empleo se cebó con quienes tenían una formación menor, peor acceso a la tecnología, sueldos más bajos y, en muchos casos, contratos temporales.

En este sentido, el Informe España 2021, de la Universidad Pontificia de Comillas, señala que «los jóvenes y las personas desempleadas se revelan como dos grupos especialmente perjudicados durante la pandemia». Tampoco hay que olvidar a las mujeres, que «también sufren más algunas de las consecuencias económicas y laborales de la pandemia, mostrándose menos optimistas sobre su futuro que los varones», afirma el mismo informe. En este sentido, el desempleo ha azotado especialmente a las mujeres. Ellas tienen un 19% más de riesgo de perder el empleo que los hombres. Además, diversos estudios han alertado sobre la sobrecarga de trabajo no remunerado que ha supuesto esta pandemia para ellas.

En cuanto al futuro, «el 60% de la población considera que la pandemia le está haciendo cambiar su forma de vivir, de pensar, de cuidar la salud y de relacionarse socialmente», afirma el Informe España 2021. Algo de eso se percibe ya: sirva como ejemplo que, según este mismo estudio, el 80% de los jóvenes entienden que las relaciones por Internet generan más confianza que las relaciones cara a cara.

Todo ello se deriva del incremento de las nuevas tecnologías en el último año y medio. Pero también lo ha hecho la brecha digital, que ya afecta a un 46% de los hogares más vulnerables, dice Cáritas. Hoy en día, no disponer de una buena conexión de internet o la carencia de dispositivos electrónicos marca una «fuerte discriminación» que se traduce en menos oportunidades laborales, desventajas respecto a otros alumnos en el entorno educativo, la erosión de las relaciones sociales o la dificultad para acceder a subvenciones públicas.

Ningún organismo duda de que la pandemia ha reforzado a otro virus, el de la desigualdad y la pobreza. El Consejo Económico y Social, un órgano consultivo del Gobierno en materia socioeconómica y laboral, describía en su ultimo informe, a guisa de corolario, la realidad que ha dejado el coronavirus al menos en materia económica y social: «Va dejar cicatrices sociales profundas, con riesgo de que se cronifiquen si no reciben una respuesta acertada y rápida por parte de las políticas sociales: se han profundizado las brechas sociales preexistentes, comprometiendo la cohesión».

T/Diario Público/LRDS

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