Columnas

La crisis de Ucrania no tiene que ver con Ucrania, sino con Alemania

El interés primordial de Estados Unidos, por el que hemos luchado en guerras durante un siglo (la Primera y la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría), han sido las relaciones entre Alemania y Rusia, porque unidas son la única fuerza que nos puede suponer una amenaza. Y para asegurarnos de que eso no ocurre” [George Friedman, presidente de STRATFOR en el Chicago Council on Foreign Affairs [Consejo de Chicago para Asuntos Mundiales].

La crisis de Ucrania no tiene nada que ver con Ucrania, sino con Alemania y, en particular, con un oleoducto que une Alemania con Rusia llamado Nord Stream 2. Washington lo considera una amenaza a su primacía en Europa y ha tratado continuamente de sabotear el proyecto. Con todo, el proyecto Nord Stream ha seguido adelante y ahora está totalmente operativo y listo para funcionar. En cuando las instituciones alemanas concedan la certificación final empezará el suministro de gas. Los propietarios de viviendas y las empresas alemanas tendrán de una fuente fiable de energía limpia y barata, mientras que Rusia verá aumentar considerablemente sus ingresos provenientes del gas. Es una situación en que ambas partes salen beneficiadas.

Los altos cargos de la política exterior estadounidense no está contentos con esta situación. No quieren que Alemania dependa más del gas ruso porque el comercio genera confianza y la confianza lleva a expandir el comercio. A medida que las relaciones se vuelven más cálidas, se levantan más barreras aduaneras, se flexibilizan las regulaciones, aumentan los viajes y el turismo y se crea una nueva estructura de seguridad. En un mundo en el que Alemania y Rusia son amigos y socios comerciales no hay necesidad de bases militares estadounidenses, no se necesitan caros armamentos y sistemas de misiles fabricados en Estados Unidos ni tampoco se necesita la OTAN. Tampoco hay necesidad de negociar en dólares estadounidenses un acuerdo de energía ni de acumular títulos del Tesoro de Estados Unidos para equilibrar las cuentas. Las transacciones entre socios comerciales se pueden llevar a cabo en las propias divisas, lo que provocará un fuerte descenso del valor del dólar y un cambio drástico en el poder económico. Estos son los motivos por los que el gobierno Biden se opone a Nord Stream. No es un simple oleoducto, es una ventana hacia el futuro, un futuro en el que Europa y Asia se acercan en una inmensa zona de libre comercio que aumenta su poder y prosperidad mutuos al tiempo que deja fuera a Estados Unidos. Unas relaciones más cálidas entre Alemania y Rusia señalan el fin de un orden mundial “unipolar” que Estados Unidos ha supervisado durante 75 años. Una alianza germano-rusa amenaza con precipitar el declive de la superpotencia que actualmente se acerca lentamente al abismo. Esa es la razón por la que Washington está decidido a hacer cuanto pueda para sabotear Nord Stream y mantener a Alemania dentro de su órbita. Es una cuestión de supervivencia.

Aquí es donde Ucrania entra en escena. Ucrania es el “arma elegida” por Washington para torpedear Nord Stream y abrir una brecha entre Alemania y Rusia. La estrategia está tomada de la primera página del Manual de Política Exterior de Estados Unidos bajo el epígrafe “Divide y vencerás”. Washington necesita crear la sensación de que Rusia supone una amenaza para la seguridad de Europa, ese es lo objetivo. Necesita mostrar que Putin es un agresor sediento de sangre y con un carácter muy irritable en el que no se puede confiar. Para lograrlo se ha encargado a los medios de comunicación la misión de repetir una y otra vez “Rusia planea invadir Ucrania”. Lo que no se dice es que Rusia no ha invadido ningún país desde que disolvió la Unión Soviética, mientras que en ese mismo periodo de tiempo Estados Unidos ha invadido países o ha derrocado sus regímenes en más de 50 países y que Estados Unidos mantiene más de 800 bases militares en países de todo el mundo. Los medios de comunicación no informan de nada de esto, sino que ponen el foco de atención en el “malvado Putin”, que ha concentrado a unos 100.000 soldados a lo largo de la frontera ucraniana, lo que amenaza con sumir a toda Europa en otra guerra sangrienta.

Toda la histérica propaganda de guerra se crea con la intención de fabricar una crisis que se puede utilizar para aislar, criminalizar y, en última instancia, dividir Rusia en unidades más pequeñas. Sin embargo, el verdadero objetivo no es Rusia, sino Alemania. Vean este extracto de un artículo de Michael Hudson publicado en The Unz Review: “La única manera que les queda a los diplomáticos estadounidenses de bloquear las compras europeas es incitar a Rusia a una respuesta militar y afirmar después que vengar esta respuesta es mucho más importante que cualquier interés económico puramente nacional. Como explicó la perteneciente a la línea dura subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, en una rueda de prensa del Departamento de Estado el 27 de enero: «Si de una manera u otra Rusia invade Ucrania, Nord Stream 2 no avanzará»”. (“America’s Real Adversaries Are Its European and Other Allies”The Unz Review)

Está muy claro: el equipo de Biden quiere “incitar a Rusia a una respuesta militar” para sabotear NordStream, lo que implica que habrá algún tipo de provocación destinada a inducir a Putin a enviar sus tropas a través de la frontera para defender a las personas de origen étnico ruso en la parte oriental del país. Si Putin cae en la trampa, la respuesta será rápida y contundente. Los medios de comunicación vilipendiarán la acción como una amenaza para toda Europa, mientras que los líderes de todo el mundo denunciarán que Putin es el “nuevo Hitler”. Esta es, en pocas palabras, la estrategia de Washington y todo ello con un objetivo en mente: conseguir que para el canciller alemán Olaf Scholz sea políticamente imposible dar el aprobado final a NordStream.

Dado que conocemos la oposición de Washington a Nord Stream, los lectores se pueden preguntar por qué a principios de año el gobierno Biden presionó al Congreso estadounidense para que NO impusiera más sanciones al proyecto. La respuesta es sencilla: la política interna. En estos momentos Alemania está desmantelando sus centrales nucleares y necesita gas natural para compensar el déficit energético. Además, la amenaza de sanciones económicas desagrada a los alemanes, que las consideran una señal de intromisión extranjera. “¿Por qué se entromete Estados Unidos en nuestras decisiones sobre cuestiones de energía?”, se pregunta el alemán medio. “Washington se debería ocupar de sus propios asuntos y no meterse en los nuestros”: esta es precisamente la respuesta que cabría esperar de cualquier persona razonable.

Y entonces, tenemos esta cita de Al Jazeera: “La mayoría de la población alemana apoya el proyecto, solo parte de la élite y de los medios está en contra del oleoducto […]. «Cuanto más habla Estados Unidos de sanciones o critica el proyecto, más popular se vuelve entre la sociedad alemana», afirmó Stefan Meister, experto en Rusia y Europa del Este del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores” (“Nord Stream 2: Why Russia’s pipeline to Europe divides the West”Al Jazeera).

De modo que la opinión pública respalda firmemente Nord Stream, lo que ayuda a explicar por qué Washington se ha decidido por una nueva estrategia. Las sanciones no van a funcionar, así que el Tío Sam ha pasado al Plan B: crear una amenaza exterior lo suficientemente grande como para que Alemania se vea obligada a bloquear la inauguración del oleoducto. Francamente, la estrategia huele a desesperación, pero la perseverancia de Washington es impresionante. Puede que vayan perdiendo por 5 carreras en la parte baja de la novena, pero todavía no han tirado la toalla. Van a hacer un último intento y ver si pueden avanzar.

El lunes el presidente Biden celebró su primera rueda de prensa conjunta con el canciller alemán Olaf Scholz en la Casa Blanca. El evento estuvo rodeado de un bombo sin precedentes. Se había organizado todo para fabricar un “ambiente de crisis” que Biden utilizó para presionar al canciller en dirección a la política estadounidense. A principios de esta semana la portavoz de la Casa Blanca Jen Psaki afirmó repetidamente que “era inminente una invasión rusa”. A sus comentarios siguieron los del portavoz del Departamento de Estado, Nick Price, que afirmó que las agencias de inteligencia le habían proporcionado detalles de una supuesta operación de “falsa bandera” respaldada por Rusia que esperaban tuviera lugar en un futuro cercano al este de Ucrania. A la advertencia de Price siguió el domingo por la mañana la afirmación del asesor de seguridad nacional Jake Sullivan de que se podía producir una invasión rusa en cualquier momento, tal vez “incluso mañana”. Esto ocurría solo unos días después de que la agencia Bloomberg News publicara su titular sensacionalista y completamente falso de que “Rusia invade Ucrania”.

¿Pueden ver el modelo que se sigue aquí? ¿Pueden ver cómo se utilizaron todas estas afirmaciones sin fundamento para presionar al desprevenido canciller alemán, que parecía ajeno a la campaña que se dirigía contra él?

Como era de esperar, el golpe final lo asestó el propio presidente estadounidense. Durante la rueda de prensa, Biden afirmó rotundamente que “si Rusia invade […] ya no habrá un Nord Stream 2. Acabaremos con él”.

Así pues, ¿Estados Unidos dicta ahora la política que debe seguir Alemania?

¡Qué arrogancia insoportable!

Al canciller alemán le sorprendieron los comentarios de Biden, que claramente no estaban en el guion original. Con todo, en ningún momento Scholz aceptó cancelar Nord Stream y se negó incluso a mencionar el gaseoducto por su nombre. Si Biden pensaba que podría forzar al líder de la tercera economía del mundo acorralándolo en un foro público, se equivocaba. Alemania sigue dispuesta a poner en marcha Nord Stream, independientemente de los posibles conflictos en la lejana Ucrania. Pero esto podría cambiar en cualquier momento. A fin de cuentas, ¿quién sabe qué provocaciones podría estar planeando Washington en un futuro próximo?¿Quién sabe cuántas vidas están dispuestos a sacrificar para abrir una brecha entre Alemania y Rusia? ¿Quién sabe qué riesgos está dispuesto a asumir Biden para ralentizar el declive de Estados Unidos y evitar que emerja un nuevo orden mundial “policéntrico”? Cualquier cosa podría ocurrir en las próximas semanas. Cualquier cosa.

Por ahora Alemania está en una posición de ventaja. Corresponde a Scholz decidir cómo solucionar el asunto. ¿Implementará la política que mejor sirva a los intereses del pueblo alemán o cederá al implacable pulso de Biden? ¿Trazará un nuevo rumbo que fortalezca nuevas alianzas en el agitado corredor euroasiático o apoyará las enloquecidas ambiciones geopolíticas de Washington? ¿Aceptará el papel fundamental de Alemania en un nuevo orden mundial en el que muchos centros de poder emergentes comparten en pie de igualdad la gobernanza global y en el que los dirigentes siguen comprometidos sin fisuras con el multilateralismo, el desarrollo pacífico y la seguridad para todos o tratará de apoyar el maltrecho sistema de la posguerra que ha superado a todas luces su vida útil?

Una cosa es segura: decida lo que decida Alemania, nos afectará a todos nosotros.

T/ Mike Whitney (Trad. Beatriz Morales Bastos)

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