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Neonazis atacan Mota de Judíos mientras la Iglesia mantiene vivos cultos antisemitas montados por la Inquisición en toda España

En Zaragoza o en La Guardia (Toledo) siguen manteniendo vivas celebraciones populares conectadas a las "calumnias de sangre", que son alegatos antisemitas que alientan la leyenda negra que pesa sobre los hebreos. Esta "España medieval" tiene las bendiciones de la supuestamente laica administración civil.

«No son cuatro niñatos, sino miembros de asociaciones de neonazis», asegura el alcalde de Castrillo Mota de Judíos, Lorenzo Rodríguez, a propósito del nuevo ataque antisemita que sufrió su población el 6 de diciembre. No es la primera vez que supremacistas blancos realizan pintadas intimidatorias en algunos lugares emblemáticos de esta pequeña localidad consagrada por entero a la recuperación de su pasado.

Solo que en esta ocasión los atacantes se han ensañado a fondo con el Ayuntamiento y su primer edil, ensuciando el futuro centro de la memoria sefardí y toda la cartelería del pueblo y sus aledaños con pintadas de esta guisa: «Viva los Reyes Católicos», «Torquemada era camarada», «Alcalde vendido al judío asesino», «Juden Raus».

En el cartel de bienvenida han reemplazado la «o» de Mota por una «a», para devolverle el nombre anterior que el pleno del concejo modificó en 2014: Castrillo Matajudíos.

La Guardia Civil no ha logrado todavía identificar a sus autores, pero se asume que fue un grupo bien organizado de al menos tres o cuatro personas. El 1 de mayo de 2016, ese mismo pueblecito burgalés amaneció ensuciado con pintadas semejantes, también acompañadas de las clásicas cruces celtas, que es el símbolo tradicional de todos los movimientos políticos asociados al supremacismo blanco. En aquella ocasión, modificaron igualmente la toponimia del pueblo para convertirlo en «Castrillo Matajudíos».

Los presuntos protagonistas de aquellos hechos, J.R.B.A. y J.H.A., fueron sin embargo identificados y arrestados por la Guardia Civil y se enfrentarán el mes que viene a un juicio por un delito de incitación al odio que les podría acarrear penas de hasta cinco años de cárcel, además de una sanción económica de más de 4.000 euros. La vista judicial ha sido pospuesta en varias ocasiones por distintos motivos.

Los agentes de la Benemérita lograron dar con los autores de las pintadas de hace cinco años tras comprobar la misma noche que un par de individuos intentaba escribir sobre las ruinas de una antigua gasolinera las palabras: «Defendemos Europa». Al registrar el Ford Fiesta en el que viajaban hallaron ocho botes de pintura y pegatinas del Movimiento Social Republicano (MSR), un partido de Extrema Derecha disuelto en 2018 cuya ideología se asocia al neofascismo y el neonazismo.

En aquella ocasión, también dejaron escrito «La historia no se vota, Castrillo Matajudíos, ¡No! se toca!», junto al logotipo del MSR. Fue igualmente por aquellas fechas cuando comenzaron las amenazas contra el primer edil, en ocasiones acompañadas de pasquines donde se mostraba apoyo a la causa palestina. Se desconoce si, dadas sus semejanzas, existe alguna conexión entre ambos ataques, pero el alcalde, Lorenzo Rodríguez, da por cierto que lo ocurrido esta semana fue el resultado de una buena planificación.

Los problemas en la localidad, habitada por apenas medio centenar de personas, comenzaron el 25 de mayo de 2014, que es la fecha en la que el concejo aprobó, tras realizar un referendo, el cambio del nombre.

La primera mención a Castrillo data de 1623, claro que el pueblo nació seis siglos antes justamente como un asentamiento judío. «Mota» significa colina. Fue varios siglos más tarde cuando un escriba, por error o, más probablemente, de forma deliberada, convirtió «Castrillo Mota de Judíos» en «Castrillo Matajudíos», que fue el nombre que se modificó en 2014 para devolverle su designación original. Es muy plausible que el escriba tratara de levantar una nube de humo sobre el origen semita de los primeros vecinos de la localidad.

Según el experto en bibliografía judía Uriel Macías, «lo más sorprendente no es que la Iglesia católica siga manteniendo cultos antijudíos, sino que lo haga con la complicidad de las autoridades civiles que aplauden estas barbaridades, y eso incluye desde las corporaciones locales de los pueblos donde se mantienen vivas las calumnias, hasta el Gobierno de España o la Corona». Las más obviamente antisemitas y pujantes son las asociadas al Santo Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val. «Cada caso es diferente. El de Toledo fue montado por la Inquisición española. Yo sospecho que para preparar el terreno a la expulsión de los judíos», asegura Macías, quien es autor del libro Libros antijudíos en una España sin judíos.

La leyenda hagiográfica del Santo Niño de La Guardia se desarrolló y tomó su forma definitiva en el Siglo XVI, partiendo de un presunto caso de asesinato ritual acaecido en la década de 1480 del que se acusó a varios judíos y judeoconversos. Nadie denunció la desaparición de un niño. Tampoco apareció cadáver alguno, pero a pesar de ello, la Inquisición procesó y quemó a todos los inocentes judíos a los que inculpó por un crimen nunca acaecido y que, como señala Macías, dio un empujón definitivo al decreto de expulsión que se promulgó en marzo de 1492. Tanto Quevedo como Lope de Vega escribieron sobre el niño, lo que da idea de la raigambre de los prejuicios antisemitas españoles.

T/Diario Público/LRDS

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