Cuando se asomó la idea de un modelo diferente, las alarmas se dispararon. Era Hugo Chávez irrumpiendo en la política institucional con un lenguaje nacionalista, patriótico y con un acento muy decimonónico. Sostenidamente ese líder fue creciendo, sin escapar a principios de este siglo de tintes posmodernos: hablaría, inclusive, de tercera vía. No obstante, el hombre mejoraría.
Las circunstancias y su visión adelantada ayudaron a afinar la puntería con un proyecto más inclusivo y acorde a la realidad doméstica. Luego de varias tentativas, finalmente, adoptaría el carácter antiimperialista, socialista y bolivariano del Gobierno y con ello un conjunto de medidas populares y geoestratégicas, una gestión que al mandamás sempiterno jamás agradaría, a ese Big Brother que nunca iba a tolerar que en su “trastienda” se levantara un ensayo político distinto al por él aprobado. Y así llegaba la Revolución Bolivariana a la tierra de la primera reserva de petróleo del orbe.
La respuesta: había que deponer al temerario que representaba todo una “mal ejemplo”, no solo para la región sino para el mundo entero. Vino lo consabido: intentonas, golpes, muertes. Si éramos colonia gringa ¿se permitiría tal desacato? A partir de su arribo al poder abundantes fueron los avances del chavismo a favor de una mayoría que nunca había recibido atención, sino represión y balas.
Una vez desaparecido el Comandante Eterno creyeron que era todo. Se equivocaron: Nicolás Maduro le salió gallito respondón. Y a sus despechos, después de más de una dura década, cuenta con la legitimidad que la gente le ha brindado. Que hay una nutrida oposición es un hecho, pero que hay más ganados al chavismo, es una verdad todavía mayor. Los golpistas lo saben, esos que jamás le pidieron a Juan Guaidó “actas” cuando, a la cañona, el susodicho se autoproclamó primer mandatario en una plaza pública del Este de la ciudad y fue reconocido automáticamente por Estados Unidos.
Ese que nos robó, en connivencia con María Corina Machado, todos nuestros activos en el exterior ¿Cierto? Si no les gusta Maduro, se respeta. Pero, que hoy quieran acabar con los humildes mediante bloqueo, sabotajes eléctricos, ataques cibernéticos, robo de avión, y otras aberraciones, eso es inaceptable.
Muchos y muchas han abandonado su lar nativo, además de ser un derecho, es parte de la guerra no convencional que sufrimos. Sin embargo, es triste ver cómo en redes sociales cobardemente se esputa veneno contra nuestro pueblo. Lo lamentable es observar venezolanos y venezolanas fuera de nuestras fronteras con discursos de burla, de rencor o de lástima, mal poniendo a su propia Patria. Generalmente ventilan odio para quedar bien con los países que los reciben y así, rastreramente, ilusionarse con un trato especial o una nueva ciudadanía. Son los peores propagandistas de nuestra herencia bella, rica y heroica.
Igualmente, se hacen llamar perseguidos o refugiados políticos cuando en su vida nunca participaron en nada, ni en el Centro de Estudiantes del preescolar donde aprendieron el abecedario. Es más: apostamos fuerte a locha que en el pasado se beneficiaron del “Réeegimen” que ahora dicen abominar. En síntesis: con quien no quiere a Venezuela no quiere a su mamá y nunca tendrá paz mental y espiritual en sus mentes y corazones, vaya donde vaya. Es asunto de dignidad.
Alexander Torres Iriarte/LRDS