Cumbre
A propósito del Bicentenario de Ayacucho por Alexander Torres Iriarte
En menos de un lustro, para 1820, con la revuelta de Rafael del Riego y Antonio Quiroga el poderío español sufriría un golpe fulminante. El hecho de no remitirse un soldado más a las colonias de ultramar, a la América levantisca, iría en desmedro del moribundo sistema monárquico.
Así, los revolucionarios independentistas alcanzaban objetivos militares contra una mesnada ayuna de refuerzo externo. El virrey peruano José de La Serna no la tenía fácil. Ni los triunfos previos del ejército realista contra el recién llegado Simón Bolívar podían detener lo que se avecinaba.
Ya el revés de la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, en el cual José de Canterac mordía el polvo de la derrota, presagiaba lo que sucedería antes de finalizar ese histórico año. La huida del oficial español al Cusco aceleraba el panorama halagüeño para la opción emancipadora.
En la magnánima capitulación -de necesaria lectura- se concedía que los españoles que deseasen regresar a su país lo podían hacer, sin retaliaciones y con el beneplácito del gobierno triunfante. Palabra empeñada y cumplida, por demás.
Simón Bolívar publicaría en 1825 su Resumen sucinto de la vida del general Sucre, escrito muy particular, en el cual no escondía su admiración a la referida faena heroica y al más fiel entre los fieles: “La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina”.
Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza”.
Observar cómo una refriega que pasada las tres horas cambiaría el rumbo de la historia es causa de orgullo nuestroamericano. Rememorar el bicentenario de la batalla de Ayacucho es reiterar el carácter épico de nuestros pueblos, es ratificar nuestra vocación libertaria y soberana que todavía nos caracteriza.