Columnas

Historia Viva/ Milicias

Por: Aldemaro Barrios Romero

El tránsito histórico de cuerpos militares milicianos de orden popular de la guerra tiene una dimensión decisiva en los destinos bélicos cuando se integra la sociedad toda a los eventos militares. Desde la entrada de los cuerpos militares españoles contra la población originaria hasta las modernas milicias populares siempre han tenido en la crónica la relatoría de sus eventos y acciones como registros históricos documentales.

Lo primero que debemos aclarar es que entre el siglo XVI y el siglo XIX hubo una guerra declarada contra los pueblos originarios y los afrodescendientes que no se sometieron a las imposiciones de orden cultural, económico, político o militar que la Monarquía española y otros reinados europeos plantaron en estos territorios.

En la historia tradicional no se nos habla de esa guerra, pero sabemos que hubo un enfrentamiento bélico feroz entre esos pueblos y las fuerzas militares monárquicas por los documentos suscritos por los cronistas militares y religiosos de entonces.

Precisamente parte de esa historia la conocemos por obra de cronistas militares como Bernardo de Vargas Machuca o los religiosos como Fray Bartolomé de las Casas (XVI), Fray Antonio Caulín (XVIII) entre otros que dejaron suficientes escritos que revelan dicha circunstancia histórica.

Existe la hipótesis de que en algunas regiones los españoles fueron derrotados por algunos pueblos como los tomuzas del centro, norte y oriente de Venezuela, que aplicaron tácticas de guerra no convencionales y alianzas con los holandeses para tener ventajas en la correlación de fuerzas, según revelan algunas crónicas como las de Caulín. Entonces está por reivindicarse hoy esa aseveración en la que esos pueblos originarios usaron la organización logística, inteligencia militar, la astucia y la estrategia de las milicias indianas, para desmontar la especie de que los pueblos originarios cayeron ante el poderío del fuego de los arcabuces.

No negamos que fue luego de generaciones originarias exterminadas culturalmente cuando los misioneros religiosos españoles reivindicaron la apostasía de que la guerra se ganaría con la espada, y recurrieron a la memoria de Antonio Nebrija cuando en 1492 recomendó a la Reina Isabel de Castilla que el imperio sería más poderoso por la vía de la lengua que por la vía de las armas y allí estuvieron los ejércitos de cronistas monárquicos haciendo su trabajo.

Algunos autores señalan que se formuló una disciplina de Estado que intentó usar la crónica para la formación de la soldadesca española, así lo sugiere el investigador español Domingo Centenero de Arce en su trabajo titulado “Vargas Machuca. La milicia indiana y las carreras militares en la monarquía hispánica. Entre los méritos americanos y los europeos.” Al indicar los orígenes de las crónicas de conquistas señala el autor: “El primero de estos libros fue escrito por Sancho Londoño, y fue aprobado y quizás demandado por el propio Duque de Alba. El texto fue escrito en 1568 y al parecer circuló en manuscrito, que desapareció al ser impreso reiteradas veces. Años más tarde, en 1578, se publicó Espejo o Diálogo de la Disciplina Militar, de Francisco Valdés, construido como un diálogo entre Alonso de Vargas y don Sancho Londoño, exponentes ambos, junto con Julián Romero, de la escuela del Duque de Alba.”

El papel, la tinta y el cronista como el plomo, la pólvora y el soldado miliciano fueron y siguen siendo instrumentos de guerra efectivos, así fue de convulsionado el parto de la era republicana y la zozobra por mantener el orden monárquico que interpretaron los jefes militares en ambos bandos.

La Gaceta de Caracas fue el campo de batalla de las ideas que encontró en sus crónicas los escenarios públicos que desarrollaba la colonia a partir de 1808, ya había ocurrido la intrépida comisión de Francisco de Miranda en 1806 y se volvieron a encender los tizones dejados por Gual, España y Picornell delatados a la autoridades españolas en 1797.

Entrado el siglo XIX la vocación miliciana de José Félix Ribas lo llevó a adelantarse a acontecimientos significativos de la guerra de independencia para formar el Batallón de Milicias Regladas de Blancos de Barlovento en 1810, la primera unidad militar de carácter republicano que existió en Venezuela y con el cual se inició formalmente la génesis del Ejercito Libertador.

Este al convertirse en ejército popular como milicia, luego de la evaluación estratégica hecha por Simón Bolívar a partir de 1815 y dadas las experiencias y desafueros de un ejército miliciano realista conformado por el liderazgo de José Tomás Boves hasta 1814, la correlación de fuerzas cambió ante el discurso independentista, unitario e integrador de El Libertador.

Cuando Bolívar y Páez se encontraron en el Hato Cañafístolas en Apure en 1818, se inició la más poderosas fuerza miliciana, un pueblo en armas que venían desde Guayana, Oriente, los llanos altos y apureños para avanzar con fuerza en una epopeya de miles de kilómetros que llevó parte de esas milicias hasta las alturas de la cordillera andina en la hoy Colombia, derrotó a las tropas del Virreinato de Santa Fe y dio un giro hacia el norte por Cúcuta para entrar de nuevo en la Capitanía General de Venezuela y clavar la bandera tricolor en Carabobo en 1821.

La misma milicia ya convertida en Ejercito Libertador logró la independencia que se extendió hasta el cono sur en el Alto Perú y le dio al mundo un nuevo mapa de un poderoso territorio que la diplomacia del norte mediante patrañas e intrigas logró dividir para fragmentar el poderío de una gigantesca Colombia bolivariana fracturada desde 1830.

Esa misma milicia se volvió a reagrupar a mediados del siglo XIX en la Guerra Federal para seguir demandando tierras y justicia, al final fue de nuevo traicionada por la caterva de nuevos engañadores de oficio, desde Falcón hasta Guzmán Blanco.

En los años 50 el General Marcos Pérez Jiménez creo el Cuerpo de Reserva para las Fuerzas Armadas Nacionales y no fue hasta 2009 cuando el Comandante Hugo Chávez conformó la Milicia Nacional Bolivariana como un componente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, unificado como un solo cuerpo militar y no la dispersas Fuerzas Armadas desde su creación en el siglo XX.

La milicia popular como ejército tanto de reserva como logístico constituye una fortaleza inexpugnable en toda confrontación bélica, sobre todo porque el carácter popular de este componente, tal y como lo indicó en su oportunidad el Almirante Remigio Ceballos Ichaso se trata de un eslabón integrado al anillo del Sistema Defensivo Integral que está incorporado a la dinámica movilidad del pueblo en armas, mimetizado como ejército en labores de inteligencia social temprana y contrainteligencia militar de acción rápida.

Son cerca de 50 mil Unidades de Populares de Defensa Integral desplegados a lo largo del territorio de Venezuela, en los 335 municipios coordinadas por la Milicia Nacional Bolivariana bajo las ordenes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, sin lugar a dudas una fortaleza con capacidad táctica y apresto operacional.

Mal pueden venir marines norteamericanos disfrazados de Superman a amenazar a una cordillera de gente, mujeres y hombres entrenados ubicados en las montañas, costas y llanos, en ciudades y pueblos venezolanos desplegados como ejército invisible dispuestos a neutralizar como hasta ahora lo han mostrado ante cualquier intento de agresión a la soberanía nacional.

T: Aldemaro Barrios Romero

Historia Viva/ Crímenes del esclavismo fascista

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