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Happy Birthday

#Opinión de Alexander Torres Iriarte

El funcionario sonreía cuando los agentes arremetían contra un sujeto indefenso con ojos suplicantes. Al pánico natural del desamparado se sumaba un dolor abismal: el abandono forzado de su familia, integrada por niños, quienes entre sollozos rogaban que dejaran tranquilo a su papá. No obstante, el Rambo soberbio asomaba un gesto burlista: “¡Nuestra labor es sacar a patadas todos los indeseables!”, decía con inocultable orgullo.

Simultáneamente, en la calle el espectáculo infernal iba creciendo, recordaba escenas de la celebrada película el “Joker” de Todd Phillips.

El uso discrecional de granadas y balas de goma para desorientar a los alzados contra el rrrégimen campeaba. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas acometía su “labor” respaldado por la Marina y por la Guardia Nacional. No obstante, miles de personas se lanzaban a la calle en apoyo a los reprimidos. Reporteros tomaban testimonios de madres y vecinos angustiados por lo sucedido: “somos mejores gracias a nuestra diversidad, y que se aleje a la gente de las graduaciones escolares, de sus hijos, no está bien. Tenemos que salir y decirle a la gente que eso no está bien”.

El Rambo miraba altaneramente. También los periodistas habían sufrido su parte, excelente que algunos llevaran sus tanganazos, celebraba.

Mientras tanto, desde su oficina con aire acondicionado, el dictador acusaba de anarquistas y de delincuentes a los contestatarios. Los acólitos del tirano utilizaban jalabólicamente la palabra “insurrección” para referirse a las movilizaciones parecidas a las de hace más de tres décadas.

Las máximas autoridades de los estados insistían en “el nivel de miedo y terror que hay en los paisanos ahora mismo, sin saber si mañana o esta noche podría ser donde viven, podría ser su lugar de trabajo, si deberían enviar a sus hijos a la escuela o si deberían ir a trabajar”.

El mando federal desconocía la autonomía de los estados y reprimía a los ciudadanos que alzaban sus voces contra la injusticia. Algunos estados demandaban al mandamás, por sus medidas a toda vista anticonstitucionales, por vulnerar las soberanías locales, argüían.

En el momento el déspota con su “humanidad” de casi dos metros de altura se frotaba las manos. El grupo de protesta estaba infiltrado, las órdenes de dispersión y acusaciones de vandalismo marchaban bien. Igualmente, sus “juguetitos” -helicópteros rastreadores y armas de gases- funcionaban perfectamente.

Así, Yo-el-supremo, pese a vivir en “el país considerado el principal defensor de la democracia a nivel mundial durante 80 años”, daba la orden de arrestar al “gobernador demócrata del estado más poblado del país”.

El big brother veía en su pantalla de plasma de cien pulgadas a “manifestantes conducidos a autobuses policiales con las manos atadas a la espalda”, y se le despertaba un placer casi orgásmico, como cuando asistía a aquellas fiestas de su amigo Jeffrey Epstein.

Ya eufórico y mostrando su dedo del medio de la mano derecha gritaba el autócrata: ¡Fuera ilegales de mi país! ¡Fuera migrantes, váyanse a la mierd… esta nación les queda grande! ¡indios, mexicanos, venezolanos, pobres diablos!

El sátrapa se mordía los labios. Ahora todos los rodeaban en el salón presidencial con sus sombreritos de conitos multicolores: iToday is june 14th! ¡Happy Birthday Donald, Happy Birthday to you!

T/Alexander Torres Iriarte

Está dicho 

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