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#Opinión Alexander Torres Iriarte

Alexander Torres Iriarte

Corría agosto de 1975 cuando en México un grupo de pensadores daba un paso al frente. El Primer Coloquio Nacional de Filosofía organizado por la Asociación Filosófica del mismo país norteño, era escenario para un trascendental debate, momento propicio para sincerar el ejercicio racional que busca la verdad que habita en la realidad.

Sus preocupaciones se resumirían en un manifiesto público que pasaría a la historia como la Declaración de Morelia: filosofía e Independencia. El documento sería firmado por Leopoldo Zea, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig, Abelardo Villegas y Enrique Dussel, en la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo.

Desgranar esta pieza, pase a medio siglo transcurrido, aporta a nuestro entender a la rica porfía por la Historia Insurgente que se mantiene en Venezuela y que  irradia en otras latitudes; mas cuando nombres como Dussel y Zea están involucrados, ambos artífices de la decolonialidad y de la Filosofía de la Liberación, respectivamente, que han nutrido directa o indirectamente la discusión sobre una Ciencia de Clío al servicio del pueblo bolivariano.

La Declaración subraya la importancia de la filosofía de la historia para combatir la dependencia del señorío occidental, y, sobre todo, para contradecir “el destino manifiesto de un conjunto de pueblos para imponer su dominación al resto del mundo”. Apuesta al “derecho de todo pueblo a la libertad como a la autodeterminación.”

La Declaración propugna una “expresión concreta de humanidad que forman nuestros pueblos, a la Humanidad como totalidad.” Alude, de este modo, a un saber que eche por tierra la “confirmación de una determinada superioridad, o inferioridad pues es sobre estas diferencias que se han venido alzando las supuestas justificaciones de dominación de unos hombres sobre otros, de unos pueblos sobre otros”.

La Declaración enfatiza cómo la historia de África, Asia y América Latina está unida por su pasado y su presente; países que sufren una explotación secular, sin obviar, que “el avance de los medios de comunicación se ha tornado, el medio privilegiado ideológico para facilitar la penetración del imperialismo tanto en el nivel económico, político como cultural”.

¿Y cómo concibe la historia? “La historia es entendida ahora como un proceso de liberación no sólo en favor de los oprimidos, sino también en favor de los opresores, que dejarán de ser tales, gracias al coraje físico y al poder creador de los pueblos dominados, embarcados en un proceso revolucionario que no podrá ya detenerse hasta alcanzar aquella universalidad en la que el hombre pueda constituirse en hermano del hombre.”

Destaca la responsabilidad de las ciencias sociales en este escenario posible, por eso “no es extraño que el descubrimiento de la realidad de los países dominados por los imperialismos haya permitido descubrir los supuestos del discurso filosófico dominador, inicialmente europeo”.

El compromiso es el “reconocimiento pleno de la historicidad propia de los pueblos latinoamericanos”, y de allí un llamado de gran vigencia: “Por otro lado, la liberación que propone esta filosofía con su discurso, pretende ser un modo concreto de sumarse a la praxis liberadora social y nacional, con el objeto de participar desde el plano del pensamiento a la tarea de la transformación del mundo con un sentido verdaderamente universal.”

Está dicho.

T/Alexander Torres Iriarte

¿Rectilíneo o reptiliano?

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