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Mi Delirio sobre el Chimborazo: 200 años del imaginario poético del Padre Bolívar

Este 13 de octubre se celebra el Bicentenario del poema “Mi Delirio sobre el Chimborazo”, escrito por El Libertador Simón Bolívar

Este 13 de octubre se celebra el Bicentenario de “Mi Delirio sobre el Chimborazo”, poema en prosa escrito por El Libertador Simón Bolívar en el contexto de la Campaña del Sur como parte de su gesta libertadora.

Escrito en la localidad de Riobamba, Ecuador en 1822 es considerada una pieza emblemática dentro del romanticismo venezolano del siglo XIX, donde se reafirma la trascendencia del pensamiento del Padre de la Patria.

«Hace 200 años El Libertador escribió un texto que lo resume que lo compendia, un texto que marcó la evolución de su ideario, de su pensamiento, de su sensibilidad poética y literaria», así describe el historiador Pedro Calzadilla el poema Mi Delirio sobre el Chimborazo.

«Bolívar está en el Sur triunfante, lleno de dificultades como lo fue toda la guerra, pero triunfante. Triunfó en Pichincha, Bomboná y en breve vendría Junín y Ayacucho en 1824. Está lleno de emociones, ya es una figura primordial del continente, es El Libertador que ha abierto los caminos de la independencia de toda la América», agrega en conversación con La Radio del Sur. 

Argumenta el historiador que El Libertador demuestra con el texto Mi Delirio sobre el Chimborazo una de las grandes virtudes de su liderazgo, de su  personalidad y naturaleza sensible.

Destacó que Bolívar encabezó un proyecto humanístico, de amor, para la dignidad, para la alegría y a pesar que en el campo de batalla le tocó combatir en medio de las adversidades, aún así desplegó su naturaleza creativa.

Describe a Mi Delirio sobre el Chimborazo como un texto breve, pero desconcertante, lleno de sorpresas, de virtudes, de ideas novedosas.

«Se puede ver al Bolívar poético, se pueden ver sus sueños, ideas, inquietudes, sus proyectos compendiados en un imaginario, en una pulsión poética tremendamente profunda.

Señala que en el ciclo Bicentenario Venezuela y los venezolanos «nuevamente estamos de plácemes, el Bicentenario nos acompaña mientras seguimos librando y desarrollando el desafío pendiente de nuestra independencia, de nuestro proyecto de redención, como es conseguir la mayor suma de felicidad posible, como lo señalara El Libertador en Angostura», enfatizó.

Por su parte, el historiador Alexander Torres Iriarte nos comenta “Mi Delirio sobre el Chimborazo es un documento que todo venezolano y venezolana de buena fe y que ama a su Patria debe leer”.

Torres Iriarte, también presidente del Centro Nacional de Historia, destaca la importancia del documento como un símbolo de identidad, de integración continental, un relato de cultura que plantea la contribución de nuestra nación, entendida como la unión entre varios territorios.

“Es un relato fundacional, que de una manera alegórica y metafórica nos habla de ese viaje de Bolívar desde el Orinoco al Chimborazo donde sin duda él es el protagonista, encarna el ideal de la independencia, desfallece, muere simbólicamente y renace como debemos renacer todos los hombres y mujeres de bien que amamos esta Patria”.

Resalta el historiador que Mi delirio sobre el Chimborazo significa la autoafirmación del «Yo» del hombre moderno, pero también lo considera una invitación poética a entender que los venezolanos, venezolanas, los nuestroamericanos, nacimos para la grandeza.

«Nacimos para despejar la gran incógnita de la humanidad, es decir, la palabra empeñada por El Libertador cuando juró ante el Monte Sacro, en 1805, que liberaría a los pueblos de América del Sur”, dijo.

Torres, subraya que el texto plantea de manera universal la confrontación de la pequeñez humana ante lo magnánimo del infinito al tiempo que lo califica de excepcional y singular en lo referente al estilo y contenido.

El documento fue escrito por El Libertador

El catedrático desestima las dudas esgrimidas por algunos exponentes de la historiografía en torno a la autoría del Hombre Grande de América sobre la inigualable obra universal.

“Indudablemente Mi Delirio sobre el Chimborazo fue escrito por nuestro Libertador Simón Bolívar en la localidad de Loja entre el 10 y 21 de octubre de 1822”, asegura Torres.

Precisa que quienes dudan que el texto es de puño y letra de El Libertador deben remitirse a la carta que Bolívar mandara a Simón Rodríguez el 19 de enero de 1824 donde le dice “venga usted al Chimborazo profane usted la escala de los titanes, corona de la tierra de las eternidades”.

El escrito fechado el 13 de octubre hace alusión al volcán situado en la montaña más alta del Ecuador -el Chimborazo- considerada el punto más alejado del centro de la tierra y el más cercano al sol.

Torres, rememora que El Libertador llamó al Chimborazo la Atalaya del Universo cuya significación indígena o voz del Chimborazo se reduce a la expresión «nieve del otro bando».

Añade que Bolívar presumiblemente estuvo en el Chimborazo, incluso algunos escritos dan cuenta que subió hasta la cúspide y en contraposición otros afirman que estuvo en las laderas.

Al respecto, asevera que Bolívar desde que llegó a Riobamba, en julio de 1822, divisó de lejos el volcán nevado lo que le causó una gran impresión por su grandeza y majestuosidad.

“Bolívar decidió hacer una exposición mitopoética de su experiencia en la cúpula celeste en su diálogo con los arcanos, en su diálogo con el Dios de Colombia», culmina el historiador Alexander Torres.

Festival Mundial de Poesía se realizará en Venezuela entre el 13 y el 20 de octubre

Poema: Mi Delirio sobre el Chimborazo

Yo venía envuelto con el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo.

Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento.

Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que puso la mano de la Eternidad en las sienes del dominador de los Andes.

Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales; ha surcado los mares dulces; ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo, no ha podido detener la marcha de la Libertad. Belona ha sido humillada por los rastros de Iris, y yo no podré trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?

¡Si podré!

Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, pasé sobre los pies de Humboldt, empañando aun los cristales eternos que circuyen al Chimborazo.

Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: y con mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embarga toda mi mente: me siento como encendido de un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.

De repente se me presenta el Tiempo, bajo el semblante venerable de un viejo cargado de los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano. –”Yo soy el padre de los siglos, me dice, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad».

Los límites de mi imperio, los señala el Infinito: no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la muerte: miro lo pasado, miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe?

¿Crees acaso que el Universo es algo? ¿Qué montar sobre la cabeza de un alfiler es subir? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a los sucesos?

¿Pensáis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Imagináis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano.

Sobrecogido de un sagrado terror, ¿Cómo, ¡oh! Tiempo, –respondí– no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos.

Yo domino el Universo con mis plantas: toco al Eterno con mis manos, siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos: estoy mirando de una guiñada los rutilantes astros, los soles infinitos; he visto sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los libros del destino.

“Observa –me dijo–, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres”.

El fantasma desapareció.

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. Al fin, la tremenda voz de Colombia me grita: resucito, me siento, abro con mis propias manos mis pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.

Bolívar imprime sus huellas en la nieve

En Mi Delirio sobre el Chimborazo Bolívar sigue los pasos de Alexander Von Humboldt. Mientras asciende al majestuoso Chimborazo, utiliza el volcán como imagen de su lucha para librarnos de las colonias españolas, sostiene Andrea Wulf en su libro La Invención de la Naturaleza.

«Cuando sube todavía más alto, deja atrás las huellas de Humboldt e imprime las suyas propias en la nieve. Entonces, mientras lucha para dar cada paso en una atmósfera en la que escasea el oxígeno, Bolívar tiene una visión del tiempo».

Bolívar embargado por un delirio febril usó el Chimborazo para situar su vida en el contexto de Sudamérica y, como tantas veces, recurrió al mundo natural para ilustrar sus ideas y sus creencias.

200 años después el pueblo venezolano se empodera del espíritu libertario plasmado en esta excelsa obra, alegoría de la causa independentista, reflejo del ideal bolivariano, de la Unión Suramericana.

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