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¿Quiénes son los principales emisores del discurso de odio en Venezuela?

El discurso, emitido simultáneamente desde diversas fuentes, se inocula en la mente del ciudadano común, aflora en momentos de alta confrontación y genera estallidos

A lo largo de 25 años y, sobre todo, en los tiempos más recientes, un conjunto de entidades y personas han destacado como los emisores principales de los mensajes destinados a llevar al venezolano común a un condicionamiento favorable a la violencia y el odio.

El discurso, emitido simultáneamente desde diversas fuentes, se inocula en la mente del ciudadano común, aflora en momentos de alta confrontación y genera estallidos como el ocurrido en las horas siguientes a las elecciones presidenciales.

En la primera entrega de esta serie, partimos de la base de que el odio de la derecha está a una chispa de distancia de una explosión incontrolable. La prueba más reciente de ello fue lo ocurrido el lunes 29 de julio. Para esta segunda parte, vamos a explorar ¿qué o quiénes son los emisores de esos mensajes? Veamos.

El imperio siempre ataca

Como de costumbre, el poder imperial es el actor fundamental en las operaciones de guerra directa o indirecta, material o psicológica, contra cualquier país rebelde a sus dictámenes. Venezuela lo ha sido, desde 1999.

El imperio siempre ataca

Estamos hablando de una guerra cotidiana, incesante, contumaz, pero tomemos un solo ejemplo de entre muchos: la asignación de una recompensa por la captura o el magnicidio del presidente Maduro y de otros altos funcionarios. Al cometer esta barbaridad, EEUU emite un claro mensaje al mundo: es válido y bien pagado matar o secuestrar a los líderes del chavismo.

Frente a ese planteamiento, proveniente del que el militante opositor promedio considera su país modélico, se abre un escenario de temporada de caza. Si Washington normaliza el asesinato del presidente, cada quien en su escala puede intentarlo con algún chavista.

Liderazgo político opositor

El otro gran emisor del mensaje de odio ha sido el liderazgo opositor, sobre todo en su ala ultraderechista, pero no exclusivamente.  A vuelo de pájaro, vale recordar a Leopoldo López y Henrique Capriles llevando a cabo aprehensiones ilegales de funcionarios públicos o amparando a los terroristas que atacaron la embajada de Cuba, en 2002; al mismo Capriles llamando a drenar la rabia, tras las elecciones de 2013; a López, Machado y Antonio Ledezma instigando a la persecución de personas y la destrucción de bienes públicos en 2014; a todos ellos y otros más, planificando y ordenando las terroríficas guarimbas de 2017.

En la situación actual, los mensajes más radicales han surgido de Machado, quien promete “enterrar al socialismo para siempre”. De nuevo aquí se aplica aquello de las equivalencias: si Machado se propone un plan tan ambicioso, cualquier militante de base puede ayudar, “enterrando” a un chavista de su entorno o emprendiéndola contra algún símbolo del socialismo, como puede ser una estatua de Chávez, un Centro de Diagnóstico Integral, una obra gubernamental emblemática o una casa del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Medios, periodistas, opinadores e influencers

El tercer factor difusor de mensajes negativos potencialmente causantes de violencia es la maquinaria mediática y de redes, que opera siempre en contra de la Revolución Bolivariana y de cualquier gobierno progresista. Lo son por partida doble: difunden sus contenidos propios y son el canal para los de los otros factores.

Medios, periodistas, opinadores e influencers

En la actualidad, el mayor aporte lo hacen la prensa internacional, los medios digitales, las cuentas personales, los bots y los influencers, en especial los que se encuentran fuera del país.  En este punto, se produce de nuevo la conducta por imitación del líder o referente: personas que poseen cuentas con un número pequeño o moderado de seguidores, pretenden comportarse como los influencers y para ello recurren a las posturas más extremas, sin tener en cuenta que se trata de delitos castigados por la legislación vigente.

Varios de esos opositores silvestres han sido detenidos y sometidos a procesos judiciales, del mismo modo como les ocurriría si estuviesen en cualquier otro país y difundieran llamados al asesinato y el ensañamiento contra funcionarios o conciudadanos.

Origen histórico de la violencia 

Cuando se estudia el origen del discurso de odio como elemento de peso en la política venezolana, surge una polémica que tiene visos de leyenda negra versus leyenda dorada. La oposición sostiene que Venezuela era un país sin conflictos internos hasta que Chávez los creó. Esta visión pasa por alto numerosos hitos históricos ocurridos a todo lo largo de los 40 años de democracia puntofijista.

Para sostener la tesis del país de la concordia hay que hacerse negacionista de los brutales excesos represivos en la era de la lucha armada, oscura época de desaparecidos, asesinatos de estudiantes, sindicalistas y líderes sociales, teatros de operaciones (eufemismo para campos de concentración) y aplicación sistemática de la tortura a los prisioneros políticos.

También hay que relativizar lo ocurrido en Venezuela a partir del 27 de febrero de 1989, cuando las muy cruentas protestas populares fueron aplacadas a sangre y fuego, y centenares de ciudadanos terminaron en fosas comunes.

origen del discurso de odio

Quienes niegan la existencia de conflictos de clase en la Venezuela antes de Chávez, necesariamente ocultan los enormes niveles de pobreza, marginalidad y exclusión de ese país supuestamente armónico. Baste decir que la inmensa mayoría de los barrios marginales actualmente existentes fueron fundados como precarias rancherías en la segunda mitad del siglo XX.

En este relato idílico, todo era maravilloso en el país hasta que a un grupo de cabezas calientes del Ejército se les ocurrió la idea de tomar el poder por la fuerza, el 4 de febrero de 1992, provocando enfrentamientos entre tropas leales e insurrectas, con saldo de numerosas muertes y un gran trauma para la ejemplar democracia venezolana.

Esa visión saca del análisis el contundente respaldo popular que alcanzaron los protagonistas de esos acontecimientos, que llevaron, pocos años después al cambio político por vía electoral.

Desde que la vieja clase política pasó al bando opositor, el discurso de odio se ha centrado en el desprecio y la satanización del chavismo, mediante técnicas de manipulación de masas que ya han hecho detonar guerras fratricidas en muchos otros países, en beneficio del poder imperial y corporativo.

A Chávez se le responsabiliza directamente por el “discurso confrontacional”. Ciertamente esa era una de sus características y bases de su formidable liderazgo. Pero es justo agregar que en las horas en las que había que asumir una postura ante el desbordamiento de la violencia, fue extremadamente cauteloso. Lo hizo en su debut como figura nacional, al rendirse y llamar a sus compañeros a evitar un mayor derramamiento de sangre el 4 de febrero. Lo hizo luego de ser derrocado, en abril de 2002, cuando retornó al poder y optó por pedir a sus seguidores que regresaran a sus casas, elevando el crucifijo del perdón y la reconciliación.

La retroalimentación de la matriz

La violencia y el odio implantados tienen mecanismos para permanecer allí enquistados y hacerse incluso cada vez más fuertes. Uno de esos mecanismos es la recurrente denuncia de ausencia de democracia y derechos humanos y del carácter fraudulento del gobierno, argumentos que procuran otorgarle certificado de legitimidad no sólo a la protesta pacífica, sino, sobre todo, al ejercicio de la violencia contra los adversarios políticos e, incluso, contra quienes parezcan serlo.

Se despliega así un círculo vicioso: cuando los participantes en protestas violentas son detenidos, se alega que “la dictadura” los reprime. Aunque se muestren videos de sus propias redes sociales en los que intervienen en motines, agresiones y saqueos, se afirma que fueron detenidos en protestas pacíficas por el solo hecho de pensar distinto.

 

Los manuales imperiales para desestabilizar países aplican las operaciones psicológicas
Manuales imperiales para desestabilizar

Los manuales imperiales para desestabilizar países aplican las operaciones psicológicas destinadas a descalificar a tal punto a determinados sectores políticos, étnicos, religiosos o de cualquier otra índole, que se haga justificable su asesinato, agresión, tortura o sometimiento. Es la receta que se aplica en las recurrentes guerras civiles africanas. Es lo que se hizo en el proceso para fragmentar a Yugoslavia. Es lo que ha hecho el sionismo con los palestinos y lo que se pretendió hacer la OTAN con Rusia en el contexto de la acción militar contra Ucrania.

Satanización del Chavismo

En Venezuela tenemos ya un cuarto de siglo de satanización del chavismo, un esfuerzo conjunto del poder imperial, la dirigencia opositora, la prensa nacional y global y las grandes maquinarias de las redes sociales. Cualquier forma de organización popular es sometida a campañas de injuria. Ocurrió con los Círculos Bolivarianos, con los consejos comunales, con las comunas y está ocurriendo con los colectivos y hasta con los CLAP, a pesar de que en ellos participan numerosos opositores.

Se ha repetido tanto que las organizaciones populares chavistas son criminales que, tan pronto se produce un estallido de ira opositora, se lanzan ataques “preventivos” contra sus líderes. No se trata de meras denuncias. En la breve jornada de locura colectiva poselectoral fueron asesinadas las dirigentes chavistas Mayaury Coromoto Silva Vielma, en Turmero, estado Aragua; e Isabel Cirila Gil, en El Callao, estado Bolívar. Muchos otros líderes regionales y locales recibieron amenazas directas contra ellos y sus familiares. En Carora, estado Lara, además de la casa del PSUV, los manifestantes opositores destruyeron una emisora comunitaria.

las organizaciones populares chavistas son criminales que, tan pronto se produce un estallido de ira opositora

Naturalmente, este tipo de agresiones desata la respuesta del lado revolucionario, lo cual puede llevar a situaciones irreversibles. Cuando intervienen los cuerpos de seguridad del Estado y detienen a las personas que participan en las acciones violentas o en la difusión de mensajes de odio, se refuerza la tesis de un gobierno autoritario, un relato intensamente mercadeado en el escenario internacional.

Adicionalmente, los odiadores creen tener derecho a amenazar, amedrentar, golpear y destruir. Y también les niegan a sus adversarios políticos el derecho a defenderse y a formular denuncias ante los cuerpos de seguridad. Varios linchamientos, golpizas y asedios contra líderes sociales chavistas se han basado en su estigmatización como “sapos” de la policía.

Una pregunta surge de estas reflexiones: ¿tiene cura esta enfermedad tan exhaustivamente sembrada y cultivada? La ferocidad de la ira liberada el 29 de julio a puesto a dudar a quienes creían que el país había superado el gravísimo cuadro de 2017, cuando estuvimos al borde de la guerra civil. La brevedad del estallido hace tener esperanzas. Pero lo que sí resulta claro es que mientras los principales emisores del discurso del odio sigan inoculando sus venenos, difícilmente comenzará la sanación. Por lo pronto, la situación es de pronóstico reservado.

Por Clodosvaldo Hernández

T: La Iguana tv/LRDS

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