
Como espectador de los acontecimientos recientes difundidos por las redes sociales, en esta última semana me ha dado por recordar uno de los libros preferidos de mi adolescencia. Un texto de más de un siglo que nos llegaría -ya reeditado en los procelosos años sesenta- de las manos de unos amigos hiposos: me refiero a El Loco, de 1918, de Gibrán Jalil Gibrán. Menciono estas páginas señeras en mi vida y que generalmente, por su mensaje diáfano y de vigente enseñanza, nunca permanecerían en mi biblioteca. Se trataba de un objeto peregrino que por su trascendencia lo regalaba constantemente. Tal vez ahora no tanto, por la avalancha mediática y por el escaso interés de algunos prójimos de recibir un “compendio de autoayuda”. Creemos que comunicarnos hoy es sumamente difícil: la ignorancia celebrada, la inmediatez estupidizante, el carácter monotemático, la obsesión por poseer la razón, por demostrar que más se tiene o se sabe, o el empeño mismo de adoctrinar al contertulio se torna verdaderamente asfixiante. Pero ese es otro tema.
El Loco es una obra de brevísimas parábolas y reflexiones espirituales contadas desde el mirador de un sujeto que está demente. De las más de treintena de narraciones que nos trae El poeta del Líbano nos gustaría contar el caso del “Perro sabio”:
“Un día, un perro sabio pasó cerca de un grupo de gatos. Y viendo el perro que los gatos parecían estar absortos, hablando entre sí, y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.
Se levantó entonces, grave y circunspecto, un gran gato, observó a sus compañeros.
-Hermanos -dijo-, orad; y cuando hayáis orado una y otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna lloverán ratones del cielo.
Al oírlo, el perro rió para sus adentros, y se alejó de los gatos, diciendo:
-¡Ciegos e insensatos felinos! ¿No está escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo que lo que llueve cuando elevamos al Cielo súplicas y plegarias son huesos y no ratones?”
Otra vez la lección de lo relativo, del punto de vista sobre las cosas y el mundo. Pero quiero ir un poquito más allá y contextualizar dicha moraleja en la guerra cognitiva que padecemos y que busca exterminar física y mentalmente al gentilicio venezolano.
Como el Perro de marras cada quien, según su conveniencia o miopía, observa las cosas como le conviene o como más le plazca. La arremetida arancelaria trumpista contra el sistema económico global es tan dañina e impugnable por la misma razón ética que la soporta: la dominación a la fuerza del otro. Venezuela está sufriendo esta embestida criminal por el mismo afán imperialista de los factores de poder que quieren “controlar el futuro del dinero, la energía y la inteligencia artificial” ¿Solo es injusto cuando el “amo del mundo” ataca a todos? ¿Está bien el bloqueo contra el pueblo bolivariano?
¿Por qué cuando Venezuela denuncia agresiones al sistema eléctrico la mediática mundial hace caso omiso? ¿Por qué cuando se reveló el ciberataque del 28 de julio de 2024 -confesado por sus perpetradores- los organismos defensores de la “democracia” y algunos mandatarios hicieron mute o pidieron “contar las actas”, “repetir las elecciones”? ¿Por qué avalan el actual fraude electoral ecuatoriano? ¿Solo cabe la idea de ciberataque en España, Portugal y Francia y no en Venezuela? ¿Son huesos y no ratones?
T/ Alexander Torres Iriarte